En un momento en que las cuentas del estado no cuadran y según sesudos economistas (neoliberales por supuesto) los recortes son no sólo necesarios sino inevitables, quizás sea hora ya de volver a los viejos (y más que contrastados durante siglos) comportamientos que parece ser que han mantenido a salvo a generaciones y generaciones de cristianos.
Así, en una muestra de lo que únicamente puede calificarse como el más ignorante e irresponsable fervor religioso, resulta que el alcalde de Granada junto con algunos de sus más que piadosos concejales tanto del PP como del PSOE acude hoy a rendir justo y más que merecido homenaje al "Cristo de San Agustín", por haber obrado el milagro de librar a la ciudad granadina de la terrible epidemia de peste que acaeció allá por el año del señor de 1679.
Y yo me pregunto en mi infinita y malévola ateidad ¿no deberían estos fervorosos católicos ser consecuentes con su supuesta creencia y abandonar el uso de antibióticos y vacunas, dejar de acudir a la ya de por sí saturada seguridad social y encomendar como se ha hecho siempre su salud y su vida al todopoderoso Cristo de San Agustín, a la adúltera María o a su hijo el nazareno milagrero y así ahorrar de paso miles de millones de euros en sanidad a las arcas públicas, medicina científica que por supuesto debería quedar para uso exclusivo de esos irredentos ateos que no creemos en milagro alguno? ¿A que no hay narices?
Así, en una muestra de lo que únicamente puede calificarse como el más ignorante e irresponsable fervor religioso, resulta que el alcalde de Granada junto con algunos de sus más que piadosos concejales tanto del PP como del PSOE acude hoy a rendir justo y más que merecido homenaje al "Cristo de San Agustín", por haber obrado el milagro de librar a la ciudad granadina de la terrible epidemia de peste que acaeció allá por el año del señor de 1679.
Y yo me pregunto en mi infinita y malévola ateidad ¿no deberían estos fervorosos católicos ser consecuentes con su supuesta creencia y abandonar el uso de antibióticos y vacunas, dejar de acudir a la ya de por sí saturada seguridad social y encomendar como se ha hecho siempre su salud y su vida al todopoderoso Cristo de San Agustín, a la adúltera María o a su hijo el nazareno milagrero y así ahorrar de paso miles de millones de euros en sanidad a las arcas públicas, medicina científica que por supuesto debería quedar para uso exclusivo de esos irredentos ateos que no creemos en milagro alguno? ¿A que no hay narices?
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