Una de las grandes victorias de la ortodoxia neoliberal ha
sido la de inculcar entre la ciudadanía, casi como si de Tablas de Ley mosaica impresas
en piedra se tratara, que el estado del bienestar occidental es insostenible y
que se debe aceptar recorte tras recorte y perder derecho tras derecho en aras
de una sostenibilidad presupuestaria cada día más inalcanzable.
Pero lo curioso del caso es que, cómo puede entender no ya un
universitario de Empresariales sino cualquier persona mínimamente racional, en
economía lo más importante es el balance de ingresos y gastos. Así no importa
si un individuo derrocha 10.000 euros en una cena en un restaurante de lujo o
un millón en un yate, ya que siempre y cuando sus ingresos sobrepasen su nivel
de gasto no sólo no habrá problema ninguno sino que incluso podrá ahorrar.
Ahora bien, sorprendentemente (o más bien interesadamente) esta
simple regla casi de economía doméstica parece ser desconocida por todos esos
sesudos expertos de los gabinetes económicos de grandes bancos, ministros de economía y grandes cargos del FMI o el Banco Mundial, junto con la muy bien
engrasada maquinaria propagandística de periódicos económicos, supuestos
expertos independientes, cadenas de TV conservadoras y creadores de opinión
varios al servicio del gran capital internacional. Ninguno de ellos se atreve
no ya a comentar sino ni siquiera a pensar que los ingresos son una parte
fundamental de la ecuación. ¿Y eso porqué? pues porque en este mundo occidental
en donde los ciudadanos de a pié estamos controlados fiscalmente más que si el
Gran Hermano orwelliano nos vigilara, ya que nuestras nóminas, cuentas
bancarias, depósitos, planes de ahorro o pensiones no tienen secreto alguno
para la hacienda pública, existe un gigantesco agujero negro fiscal con las
empresas.
Multinacionales que ingresan cientos de miles de millones de
euros en todo el mundo y que cuando presentan sus balances en la bolsa de New
York, Tokio o Madrid aseguran tener beneficios anuales de miles de millones
resulta que luego en la práctica no pagan impuesto alguno en ningún lugar del mundo. El
último y representativo ejemplo es Facebook, empresa californiana que a
pesar de sus imbatibles datos financieros ha pagado en el Reino Unido la
irrisoria cifra de 5.800 euros de impuestos durante todo el año 2014. Para
hacerse una idea de lo vergonzosamente ofensivo de esta cifra, simplemente indicar que un
trabajador medio británico paga unos 7.200 euros anuales al recaudador de impuestos
de su Graciosa Majestad. Es decir, que a efectos fiscales Facebook es
para el Tesoro Público del Reino Unido el equivalente a un sólo trabajador y casi de los de salario mínimo.
Así entonces, cuando un país desarrollado deja de ingresar
cientos de miles de millones de euros de impuestos por la evasión fiscal de las
grandes corporaciones no es extraño que el estado del bienestar sea
insostenible y además, si ese país es uno del Tercer Mundo pues directamente se
queda sin recurso alguno. Pero eso sí repitan conmigo:
¡Los recortes son
necesarios! ¡Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades! ¡Hay que
apretarse el cinturón! ¡No nos podemos permitir una sanidad y una educación
públicas para todos! ¡Los inmigrantes son el origen de nuestros males! ¡Los
sueldos deben bajar y las pensiones son un lujo que no nos podemos permitir!
Los neoliberales son de chiste realmente. En argentina viven hablando mal del estado y de su excesivo gasto fiscal. Pero bien que jamás rechazan los subsidios, y cuando sus empresas quiebran, agarran sin dudarlo el cheque del estado. Ni hablar de la infame deuda privada de empresarios que se estatizo en 1982, todavía la seguimos pagando. Capitalistas para repartir ganancias, comunistas para repartir pérdidas, eso es lo que son. El neoliberalismo nos arruinó en la década de los 70 y nos ejecutó en los 90, así y todo algunos siguen insistiendo en él (algunos por que les conviene y otros por que son ilusos)
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