En cualquier debate sobre religión, tarde o temprano los creyentes sacan a
relucir su argumento final, esa última trinchera, esa alcazaba fortificada en
donde se encierran después de haber abandonado todo el campo de batalla,
esperando poder contener el avance imparable de las huestes de la razón: la petición de "la
prueba de la inexistencia" de su (por supuesto) único dios, que los otros parece que no
pueden refugiarse en tan reducido espacio.
Y la cuestión fundamental en todo este asunto es que los creyentes manipulan
la cuestión al afirmar categóricamente que la ciencia no puede ni podrá nunca demostrar
la inexistencia de dios, porque esa en principio correcta afirmación no es punto
central del debate. Porque sin embargo lo que la ciencia sí que puede (y de
hecho ya lo ha hecho, valga la redundancia) es mostrar la total y rotunda equivocación
de los creyentes.
En primer lugar, desde ya hace casi cinco siglos ha quedado en evidencia que
la cosmología de todas y cada una de las diferentes religiones inventadas por
profetas y otros mediadores de lo divino, y que recordemos son la palabra
verdadera de cada uno de las respectivas deidades supuestamente todopoderosas y omniscientes,
es científicamente imposible: tortugas que soportan el peso de nuestro planeta,
Sol, planetas y estrellas que giran alrededor de la Tierra, y ese largo cúmulo
de errores plasmado en todas las cosmovisiones de los diferentes pueblos y
culturas del planeta.
Y en segundo lugar, es que a lo largo de casi los dos últimos siglos todas
las pruebas obtenidas de los más variados campos del conocimiento:
antropología, historia, neurociencia, psicología, etc., adquiridas por miles de
estudiosos de todo el mundo indican que el fenómeno religioso es un producto
muy complejo, pero producto al fin y al cabo de la actividad neuronal de
nuestro cerebro y de las presiones evolutivas, para decirlo más rotúndamente si cabe: que todos los dioses residen única y exclusivamente en el particular cerebro de las personas religiosas.
En resumen, que mientras los creyentes piensan que están seguros tras los
gruesos muros de su última fortaleza, la ciencia ha socavado el terreno y ha atacado por vía aérea hasta reducir a cenizas todo el castillo. Pero por supuesto ellos, incapaces de
comprender el nuevo conocimiento acumulado, siguen pensando que sus lanzas y
armaduras les van a servir de algo, mientras no se dan cuenta que no son ya más
que cadáveres que llevan varios siglos pudriéndose al sol.
Hola, hace unos días encontré tu blog y lo leí un poco, tengo que decirte que sos un genio!.
ResponderEliminarEste mes voy a cumplir 15 años, lleva tiempo que descubrí que dios no existe, sin embargo siendo en mi pequeña provincia todos creyentes me daba miedo las reacciones, pero me niego a tener una misa de 15, no tengo xq confesarme! Así que también hace unos días tome el valor de hablar con mi mama y decirle lo que pienso, acordamos que me salgo con la mía y ya no me va a obligar a levantarme temprano los sábados para ir a confirmación, porque ya no voy a ir! Aunque ahora estoy enfrentando las diversas reacciones de todo el mundo 😒 supongo que haya en España tienen el pensamiento mas avanzado. Y bueno, gracias por escucharme, solo quería contarte mi historia y gracias por darme los argumentos necesarios para defenderme.
Saludos desde Argentina, formosa
Milagros
ResponderEliminarGracias por tus excesivos elogios, simplemente soy una persona que intenta pensar de manera racional. Me alegro mucho que las nuevas generaciones se cuestionen el adoctrinamiento. Respecto a España no te creas, que aquí seguimos sometidos a los privilegios católicos de manera intolerable. Ánimo y a seguir adelante.
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ResponderEliminar¿cómo se demuestra que sólo existe lo que es demostrable por la razón? ¿Cómo se demuestra que la razón humana es la máxima capacidad de entender?
ResponderEliminarUnknown
ResponderEliminarLa única herramienta que tenemos los humanos es el uso adecuado de nuestro cerebro, sabiendo que tiene limitaciones y sesgos e intentando eliminar o paliar al menos esos mismos sesgos.