Es inconcebible que en pleno siglo XXI no sólo pululen los miembros de
nuestra especie menos dotados intelectualmente, sino que además éstos sean
elegidos para gobernar la nación más poderosa del planeta.
La mezcla de ignorancia, fanatismo religioso y prepotencia no suele
llevar a nada bueno, pero cuando se añade el factor político el resultado puede
ser de lo más patéticamente preocupante. Así un senador republicano, de esos
que parecen recién venidos de un pasado muy, muy lejano, acaba de afirma que
"La broma es que hay algunas personas que son tan arrogantes como para pensar que pueden ser tan poderosos para cambiar el clima. El hombre no puede cambiar el clima."
¿Y quién puede cambiar el clima? Pues teniendo en
cuenta que nuestro turbador senador es un evangélico de esos que piensan que a
Noé le cupieron varios millones de especies en el arca y que en el paraíso los
tigres y los leones eran vegetarianos y jugueteaban con las gacelas pues ya
supondrán cual fue su
absurda respuesta
"Mi punto de vista es que Dios sigue ahí arriba. La arrogancia de la gente para pensar que nosotros, los seres humanos, seríamos capaces de cambiar lo que está haciendo [Dios] en el clima es para mí indignante."
Así que ya saben, según este risible personajillo (que
más bien debería estar bajo tratamiento psiquiátrico en lugar de decidir sobre
los asuntos de la nación más poderosa del globo) elegido para representar a los
más catetos paletos de Oklahoma (a veces pienso que habría que hacer un examen
antes de permitir votar a seres que objetivamente están muy por debajo en la
escala evolutiva que nuestros primos, los muy inteligentes bonobos) podemos
seguir quemando combustibles fósiles y destruyendo bosques y selvas por toda la
eternidad, que nunca podremos alterar el clima ya que eso solo es potestad de la
absurda divinidad de los pastores de cabras judíos de la Edad del Bronce.
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