Debido a los innegables logros de la ciencia, que han
permitido a nuestra especie el dejar de depender de los caprichos de la
Naturaleza (al menos en el desarrollado primer mundo) y diseñar (con mayor o
menor fortuna) un mundo adaptado a nuestras necesidades, existe una gran
presión para cubrir con ese paraguas de racionalidad y profesionalidad que
emana de la investigación científica las facetas sociales más variadas, para
así recubrirlas con una pátina de verdad incuestionable a prueba de críticas. Y
este mimetismo espurio es quizás más llamativo en los entornos económicos y
políticos en donde se intentan disfrazar sin pudor alguno como ciencia
demostrada lo que en la mayoría de los casos es simplemente ideología (y además
de la más retrógrada) adornada con un lenguaje pseudocientífico pero totalmente
desprovisto de la herramienta que verdaderamente hace poderosa a la
investigación: el método científico.
Así por ejemplo durante décadas y décadas y hasta la
actualidad, economistas financiados directa o indirectamente por grandes
empresas y al servicio de los intereses de la oligarquía financiera
internacional (quizás el ejemplo más paradigmático ha sido los famosos Chicago Boys) han venido
presentando (jaleados por una muy bien engrasada maquinaria propagandística de
periódicos económicos, supuestos expertos independientes, cadenas de TV
conservadoras y creadores de opinión varios) algunas hipótesis como la de la eficiencia
de los mercados o la de las
expectativas racionales junto con unos muy limitados datos estadísticos
como hechos científicos prácticamente incuestionables, que han servido de base
para justificar todas aquellas políticas neoliberales y desreguladoras marcadamente
regresivas y profundamente clasistas que se intentan colocar por encima de la
crítica y del sano escrutinio social y así poder situarlas por encima del
ejercicio democrático. Y ello sin olvidar que a efectos prácticos, la economía
actualmente se encuentra a un nivel de desarrollo científico similar al de la química
(o alquimia) de la Edad Media, cuando además la primera intenta explicar hechos
y mecanismos mucho más complejos que los estudiados por la segunda.
Quizás el último caso de esta mezcla de mala y
sesgada ciencia económica ha sido el famoso e influyente estudio en el que se
afirmaba que cuando la deuda pública de una nación superaba el 90% del PIB el
crecimiento económico se reducía muy significativamente. Y este estudio,
debidamente amplificado por los centros de poder sirvió de justificación de la
maldad de los déficits públicos, estudio tan bien aprovechado por el Banco
Central Europeo y la canciller alemana Ángela Merkel para imponer las
criminales políticas de recortes que están destruyendo el estado del bienestar
y la propia democracia en todo el sur de Europa y que ahora
se ha demostrado que contiene una serie de errores tan garrafal que harían
sonrojar a cualquier estudiante de economía. Pero el daño ya está hecho y ha
servido muy adecuadamente a sus propósitos neoliberales.
Finalmente ¿a alguien le puede sorprender que
estudios financiados por grandes bancos o corporaciones transnacionales concluyan
que los impuestos, la regulación económica o el gasto público son ineficaces,
contraproducentes o derrochadores?
Estoy de acuerdo en que la economía que nos quieren hacer creer los neoliberales es una pseudociencia. Parece tener la misma intención que el opio del pueblo, la religión. Quieren hacernos creer que el control racional y democrático de la economía es perjudicial y que el mercado libre (caótico) se autoregula. Así, mientras la mayoría está embobada con creencias, los magnates usan la razón y el cálculo para controlar ellos el mercado y saquear la riqueza producida por todos.
ResponderEliminarAy,neoliberales,sacerdotes del diosmercado.
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Saludos
Yo soy más del principio de Hamlem ("No atribuyas a la maldad aquello que pueda ser explicado por la estupidez"): los que gobiernan no tienen ni zorra idea de matemáticas.
ResponderEliminarhttp://fisicadepelicula.blogspot.com.es/2013/05/las-matematicas-de-los-recortes-en.html
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