Cada día que pasa los gobernantes ultraneoliberales europeos
no sorprenden con nuevas propuestas, medidas o leyes que por supuesto van
encaminadas en su totalidad hacia el recorte cuando no hacia la destrucción de
la frágil democracia que hemos ido construyendo en los históricamente
castigados países del sur de Europa.
Porque medidas como el despido de decenas de miles de
funcionarios en países como Portugal y Grecia únicamente pueden arruinar el escaso
estado del bienestar conseguido, porque no olvidemos que son funcionarios los
profesores que educan a la infancia o los médicos y enfermeros que salvan la
vida a esos millones de ciudadanos que en la actualidad están (o estamos) al
borde de la exclusión social: pensionistas, parados, inmigrantes, trabajadores
que no llegan ni a mileuristas, etc y que no tienen posibilidad alguna de
acceder a la prohibitiva medicina privada.
Pero el colmo de la desfachatez que destruye directamente
uno de los pilares fundamentales de una democracia ha sido la
reciente decisión del gobierno griego (que por supuesto será rápidamente
secundado por otros estados del entorno; miedo me da porque eso es darle ideas a nuestra querida y filofascista delegada del gobierno en Madrid Cristina Cifuentes) de emitir un "decreto
de movilización forzosa" del profesorado para evitar la
huelga que amenazaban con llevar a cabo el sindicato de trabajadores de
enseñanza secundaria del país. Según las leyes griegas el incumplimiento
de dicha movilización forzosa puede ser penado con el despido y con varios
meses de cárcel. Es decir en la cuna de la democracia se pisotean de la forma
más evidentemente descarada los más elementales derechos laborales y sin ellos
¿qué tipo de democracia queda?
Así que pienso que en realidad lo que quieren los actuales
gobernantes europeos es amedrentar a los trabajadores de tal manera que al
final de las "reformas" no existan diferencias laborales entre Europa
y cualquier país del Tercer Mundo. Que todos trabajemos sumisos, en jornadas
extenuantes, humillados y sin derecho alguno por un sueldo de miseria y si es
necesario que nuestros hijos vuelvan a trabajar como en la Inglaterra de la Revolución
Industrial cosiendo balones o ropa para las grandes multinacionales, pues todo
sea por la competitividad del país.
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