Debido a la manipulación que la religión conlleva y que se
filtra contaminando todas las facetas de la vida, estamos acostumbrados habitualmente
en nuestras sociedades democráticas occidentales a tolerar, y lo que es peor a percibir
como normal, digna y respetable cualquiera de las locuras emanadas de unos
supuestos libros sagrados, que en realidad fueron escritos por individuos
mentalmente inestables en la más remota y tenebrosa antigüedad. Y ello incluso aún
cuando se produzcan comportamientos nocivos o peligrosos tanto para el acólito
de turno como para el conjunto de la sociedad. Pero el caso más dramático y más
intolerable es cuando, haciendo dejación de los más elementales derechos
humanos, abandonamos a la infancia al arbitrio criminal de los fanáticos religiosos
como si los hijos siguieran siendo una mera posesión paterna, tal y como lo eran en
la época de los beduinos y pastores de cabras que idearon las religiones
abrahámicas. Por ello, me ha sorprendido gratamente encontrar dos noticias sobre
decisiones judiciales que han puesto coto a este tipo de comportamientos
abusivos y criminales por parte de padres religiosos sobre sus indefensos
vástagos.
En
la primera se informa de que un juez alemán ha dictaminado que la libertad
religiosa de los padres y su derecho a educar a los hijos no puede ser un
cheque en blanco libre de toda responsabilidad cuando entra en juego la salud o
la integridad física del menor. Por tanto, ha dictaminado que la circuncisión
de menores varones implica una mutilación y entonces sólo será válida por prescripción
médica y no por motivos religiosos, por lo que en este último caso se deberá
esperar a que el menor alcance la mayoría de edad para poder decidir por sí
mismo. Como pueden imaginar la sentencia no ha sentado nada bien entre ulemas y
rabinos del país germánico.
La
segunda noticia nos informa de que un juzgado australiano ha obligado a
unos padres testigos de Jehová a someterse al criterio profesional de los médicos
de su hija enferma de cáncer, para que pudiera recibir el tratamiento médico
adecuado, el cual incluía transfusiones sanguíneas sin las cuales la niña
hubiera muerto, pero que están prohibidas por el ignorante, malvado e indigno dios
al que adoran.
Ahora solo es de esperar que esta racional tutela judicial
se vaya ampliando a todas las facetas de la vida infantil para promover una adecuada protección de la infancia frente a
la ignorante locura religiosa de los padres.
Quizás puede parecer una idea desquiciada a muchos, y más viniendo de un tipo más bien conservador como yo pero, si es que no volvemos a la edad media por alguna catástrofe, ni a la religión ni a la institución familiar les auguro ningún futuro. Las dos funcionan ya en muchos casos de forma ridícula y sólo para mantener las apariencias y me parece que caerán juntas de la manita y a no tardar mucho.
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