Resulta que la iglesia católica ha aprobado la beatificación de Juan Pablo II porque parece ser que una monja se ha curado de la enfermedad de Parkinson tras rezar al Papa peregrino. Teniendo en cuenta los millones de católicos que le habrán rezado a lo largo de los años pidiendo un milagro, lo verdaderamente extraño sería que no apareciera alguna coincidencia entre una petición y la recuperación inexplicable de una persona. Este proceso es equivalente al que nos repiten año tras año los diversos adivinos. Todos ellos hacen un increíble número de predicciones sobre lo que va a ocurrir durante el año siguiente. Por supuesto la inmensa mayoría no se cumplen, pero entonces cuando uno de ellos acierta por casualidad los medios de comunicación rápidamente nos muestran al vidente y su cumplida predicción. Por supuesto nadie investiga cuantos años lleva dicho individuo haciendo predicciones fallidas y cuánto años más continuará con sus malogradas visiones del futuro. Pero no importa una vez acertó y tuvo su momento de gloria. De forma similar, que alguno de los cientos de millones de creyentes en el mundo que solicitan una curación milagrosa tenga una remisión espontánea de su enfermedad no demuestra que haya ningún tipo de maravilla provocada por deidad alguna. Si de verdad una divinidad se preocupara de forma rutinaria por sus feligreses, deberíamos observar un efecto estadístico significativo al comparar dicha creencia con el resto de los mortales errados, como por ejemplo que esos afortunados seguidores del verdadero dios enfermaran menos, fueran más longevos, etc porque esta divinidad vela por ellos. Mientras tanto pueden seguir llamando milagro lo que únicamente es azar y coincidencia.
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PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.
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