Y ese método científico nos ha permitido comprender todos los fenómenos observables directamente por los sentidos humanos, junto con también muchos otros eventos naturales a escalas microscópicas o siderales que transcienden nuestro limitada percepción.
De tal manera que ahora, salvo los escasos micro/nanosegundos posteriores al famoso Big Bang y su propia existencia inicial no queda hueco alguno para que una deidad pueda inmiscuirse ni en los asuntos del vasto y casi infinito e intemporal Universo que nos cobija ni en el origen y desarrollo de la vida en la Tierra moldeada a lo largo de los eones por la selección darwiniana y de la que nuestra especie de monos bípedos no es más que una de sus más recientes “invenciones”.
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