San Alberto Ruiz Gallardón es el nuevo cruzado de la ultramontana y nacionalcatólica derecha española

En algunas entradas previas  ya he comentado el constante e incondicional apoyo del antiguo alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón a la iglesia católica e incluso destaqué su desatinado y rancio catolicismo con las absurdas declaraciones al patrón madrileño que realizó hace algún tiempo. Comportamiento bastante normal por otra parte entre la clase política española, independientemente de su teórica afiliación política (sólo hay que recordar al presunto socialista José Bono, meapilas y santurrón hasta la médula) que sigue sin ser capaz de entender que en una democracia todos los ciudadanos somos iguales y no se puede privilegiar con el dinero público a una determinada confesión religiosa y mucho menos humillarse servilmente ante nuestros seniles y reaccionarios purpurados cuando actúan como representantes de todos los ciudadanos sean estos creyentes en la locura cristiana, en cualquier otra demencia inventada por la fértil imaginación de cualquier estafador de lo oculto o simplemente ateos. Pero como siempre los dogmáticos creyentes como Gallardón pueden sorprendernos un poco más todavía. Así y aún cuando prácticamente no ha tenido tiempo de calentar su reciente sillón ministerial ya ha presentado una reforma de la ley del aborto que nos hace retroceder varios decenios en el campo de la libertad sexual y los derechos de la mujer.

Gallardón, chico listo donde los haya, y aún cuando ha privilegiado al catolicismo patrio también ha cultivado desde siempre una fachada de centroderecha europea y moderna puesto que ello en el ecosistema del partido en el gobierno le permitía sobresalir sin mucha competencia y así medrar lentamente, ya que el partido (plagado de fanáticos religiosos y de dogmáticos filofascistas unidimensionales) tampoco estaba sobrado de jóvenes con pinta de modernos, de competentes y además supuestamente abiertos a la sociedad.
¿Y qué ha pasado ahora para que nuestro protagonista se quite la careta y abrace el más rancio nacionalcatolicismo que siempre ha llevado en su interior? Pues que nuestro avispado político había llegado al máximo posible dentro de su anterior estrategia de nadar y guardar la ropa, y como su ansia de poder es infinita (quiere llegar a ser líder del PP, presidente del gobierno y quizás más allá), necesita demostrar al ala dura de su partido (la que realmente tiene el poder y decide) que él también acata las órdenes y consignas de la vieja guardia fascistoide y cristiana hasta la médula. Y para ello qué mejor y más rápido medio que enarbolar la vieja pero tan útil bandera nacionalcatólica del irrenunciable derecho a la vida en cualquier circunstancia (aunque como en este caso lleve asociado el miedo y dolor de las familias que sepan que su hijo viene al mundo con una malformación y que la ley les impide el aborto legal).

Con ello además se defiende el sagrado argumento cristiano de que una simple célula fecundada es ya todo un ser humano completo, con sus derechos inalienables y que por tanto debe ser protegido por encima incluso de la madre (mujer al fin y al cabo y por tanto un ente sospechoso y claramente inferior dentro del pensamiento histórico de la derecha reaccionaria española fuertemente anclado en el dogmatismo sexista de los padres de la iglesia). Así con esta jugada magistral, y aunque la ley seguirá permitiendo abortar bajo el hipócrita supuesto del daño psicológico a la madre (Gallardón no es para nada tonto, porque sabe que si hubiera derogado directamente la ley al completo aquí hubiera ardido Troya) contenta añadiéndolos a su órbita de poder a Benigno Aquino, a su Foro de la Familia y a todos los grupúsculos ultracatólicos del PP (Opus Dei, Legionarios de Cristo, Neocatecumenales, etc) con la promesa de que ahora no puede ir más allá, pero que si consigue llegar a ser presidente del gobierno todo se andará y se volverá a la sacrosanta e intocable maternidad de la Biblia. Así que mucho cuidado con Gallardón que si triunfa en su peligrosa y medieval estrategia no sólo nos retrotrae al oscuro pasado cristianofascista si no que acaba en los altares de la santa madre iglesia, ávida siempre de beatificar a cualquiera que apoye sus prehistóricos dictados.

Terrible P.D. a 18/11/2012

Acaba de morir una mujer en la católica y ahora medieval Irlanda a la que le negaron un aborto aunque los médicos habían reconocido que el feto era inviable. Y esta muerte ocurre en un país supuestamente civilizado del siglo XXI, en nombre de una moral inventada por un pastores de cabras semianalfabetos de los de los desiertos judaicos hace milenios cuando lo más avanzado que existía era la rueda. Totalmente desesperanzador.