Las religiones son un coto vedado a la razón, en el que se puede llegar al absurdo más grotesco. Se empieza por permitir que los católicos se salten la ley en nombre de sus ridículas creencias, por ejemplo en Austria las monjas tienen el privilegio de aparecer en el carnet de conducir con sus espantosos tocados. Eso sí, el resto de los ciudadanos no pueden aparecer con gorras o sombreros lo cual es razonable porque de lo que se trata es que la foto muestre el rostro y la cabeza completos para mejor identificación. Una vez abierta esta puerta al privilegio religioso y como Austria es una democracia en donde no se puede ni debe discriminar a nadie por su ideología o religión, las musulmanas obtuvieron la misma exención. En lugar de obligar a las monjas católicas a cumplir la ley pues toma, miles de fotos de carnet de musulmanas tapadas. Por lo menos espero que no con el burka porque entonces menuda imbecilidad la susodicha foto. Pero a la vista del poder omnímodo de los creyentes todo se andará. Pues resulta que un austriaco se sintió discriminado (con todo el derecho del mundo) por no poder hacerse la foto del carnet con su gorra preferida. Pero nuestro héroe no se desanimó. Como era ateo convencido y no tenía un símbolo religioso que echarse a mano pues se le ocurrió una graciosa estrategia para poner en ridículo todo el sistema de privilegios legales de la religión. Echó mano de una religión paródica que apareció en EEUU para poner en evidencia a los creyentes de todo tipo, llamada pastafarismo (mezcla de pasta y rastafari), o más conocida también como la religión del Monstruo de Espagueti Volador. Por supuesto nadie cree de verdad en esta religión. Pero tiene dogmas y principios establecidos, por cierto su cielo con volcanes de cerveza fría y bailarinas de striptease me parece genial y mucho mejor que el soso y aburrido cielo de los cristianos con los angelitos tocando la lira o el de los musulmanes con sus ríos de leche y miel por toda la eternidad. Menudo rollo. Así que ni corto ni perezoso nuestro simpático amigo se definió como pastafari e indicó a las autoridades competentes que en su religión era obligatorio llevar un colador rosa en la cabeza en honor a su dios, el Monstruo de Espagueti Volador. Aunque en principio se le catalogó de loco y se le obligó a hacerse un examen psicológico al final alguien con cierta visión (y algo de mala leche) razonó que la tontería del colador rosa era tan válida como los tocados de monjas y el velo de las musulmanas. Total que al final nuestro amigo tiene su documento oficial de cachondeo.
Vista su victoria nuestro amigo ha declarado que ahora va a pedir que el pastafarismo sea considerado una religión como el resto. Ánimo con ello, chaval. La moraleja de todo este asunto es clara, cualquier imbecilidad que se le ocurra al iluminado de turno debe ser tenida en cuenta y respetada porque en el fondo es igual de increíble y de ridículo que el universo haya sido creado por Dios, Alá, Yahvé, Zeus o el Monstruo de Espagueti Volador.
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