Un dios que se dedicara a solventar nimiedades como son
curar las hemorroides de una vieja monja, conseguir que un piadoso zoquete
apruebe por fin esas matemáticas que lleva atragantadas desde hace varios
cursos y el resto de insignificancias por las que rezan constantemente algunos
de los miembros menos dotados intelectualmente de nuestra especie, mientras
millones de personas inocentes mueren en guerras, de hambre o tras largos
sufrimientos de terribles enfermedades sería un monstruo cruel.
Pero sin embargo, los semideficientes de los creyentes en su infinito narcisismo afirman que una entidad omnisciente, todopoderosa y atemporal está dedicada a tiempo completo a escuchar sus egoístas peticiones y a cumplir sus más inanes deseos.
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