Los más simples mentales creyentes opinan (en su más que delirante analfabetismo) que un ser omnisciente fabricó hace 14.000 millones de años un Universo para poder escrutar los secretos de alcoba de unos monos bípedos y cabezones que viven en un minúsculo e insignificante planeta perdido en un rincón de esos casi infinitos 4.000 billones de años luz de espacio-tiempo en expansión.
Lo que hizo después del Big Bang mientras esperaba ese
inimaginable espacio de tiempo a la aparición de los monos sin pelo nadie lo sabe (probablemente aburrirse). Pero en su infinita maldad y para
que el devenir de la Humanidad no fuera un tedioso camino de
rosas sino toda tragedia al estilo griego, pergeñó una Naturaleza terrible y peligrosa para que esos monos
sufrieran una infinidad de formas de padecer y de morir horriblemente por catástrofes
de todo tipo, calamidades varias, enfermedades a cual más dolorosamente dañina añadiendo fieras y
patógenos de los más variado para que todo ese monstruoso conjunto se ensañara a placer con sus “elegidos” y no darles un minuto de respiro.
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