Uno de los más erróneos “argumentos” de los creyentes es el que da lugar al título de esta entrada y que me ha sido planteado por un lector recientemente en uno de los videos de mi canal de Youtube. Y este último recurso es utilizado por los creyentes cuando se les han desmontado todas y cada una de las pobres “evidencias” que suelen repetir (como papagayos) en defensa de la irracionalidad manifiesta consistente en dar por válidos mohosos libros escritos, esos que narran las andanzas de analfabetos dementes necesitados de modernos tratamientos psiquiátricos.
En las últimas centurias la Ciencia ha avanzado a pasos agigantados dando, a estos pobres monos bípedos que vagamos por el mundo irracionalmente perdidos, una compresión cada vez más exacta, tanto de la Naturaleza que nos rodea como de nuestra propia existencia y comportamiento. Sin embargo, este inmenso conocimiento es incapaz de permear hacia el conjunto de la sociedad y así muy desgraciadamente, la mayoría de los humanos siguen “razonando” como se hacía en la escolástica medieval, usando burdos y erróneos “argumentos” filosófico-teológicos circulares y dejando de lado, cuando no despreciando de manera ostentosa, el ya casi inabarcable corpus del conocimiento científico.
Y una de las características de este vasto conjunto del saber racional es que los datos, los estudios, los análisis y los experimentos realizados por cientos (cuando no miles) de investigadores a lo largo del espacio y del tiempo, poco a poco van encajando entre sí (cual mecano o puzzle) dando lugar finalmente a sorprendentes conclusiones, aun cuando la intención de los estudios originales fuera limitada y los investigadores que los realizaron ni siquiera imaginaran que iban a contribuir a responder a las “grandes” preguntas que siempre se ha hecho el ser humano.
Y así, en este contexto, y aunque ningún investigador se haya planteado per se nunca validar o refutar la “hipótesis de dios” por ser en principio algo casi inabarcable, resulta que casi por arte de magia (científica por supuesto) hace ya tiempo que tenemos la respuesta gracias a la inesperada colaboración de científicos de las más diversas ramas del saber.
Porque miles de experimentos en antropología, biología evolutiva, historia, neurociencia, psicología y hasta psiquiatría, llevados a cabo por los más diversos especialistas (algunos de los cuales he ido desgranando a lo largo de los años en el blog “La Ciencia y sus Demonios” y que cito en la post data final) han demostrado más allá de cualquier duda razonable (como dirían en los telefilms estadounidenses de juicios) que la creencia en dioses en particular y que la religión en general son “simples” constructos mentales que emergen de la forma de razonar del cerebro humano y que como todo comportamiento humano están sujetos a los siempre inexorables designios de la selección natural.
Es decir, la conclusión de todos estos estudios es que la necesidad de creer en un “creador universal” es simplemente un invento humano achacable a nuestra falible forma de pensar, evolutivamente adaptada para dar respuestas rápidas (aunque estas puedan ser erróneas, como es el caso de la religión) frente a la complejidad de un mundo que claramente sobrepasaba el pobre conocimiento que tenían nuestros antepasados cazadores-recolectores.
Quizás un ejemplo pueda ayudar a clarificar este punto. La biología y específicamente la anatomía, la fisiología y la psiquiatría han resuelto el complejo proceso de la intoxicación etílica y su posterior síndrome de abstinencia. En este contexto, un pobre “razonamiento” similar al de
“Creo que evidentemente no puedes negar la existencia de un creador universal”
planteado por el mencionado lector sería
“Creo que evidentemente no puedes negar la existencia de los elefantes rosas”
esos que tan habitualmente perciben con total nitidez los borrachos en ausencia prolongada de alcohol en su cerebro.
Y en ambos casos, la Ciencia ha encontrado la prosaica (pero racional) explicación a esos tan “paranormales” comportamientos humanos.
Pero muy desgraciadamente, miles de millones de primates bípedos siguen (y me temo que también seguirán en un futuro más o menos lejano) desconociendo que simplemente tienen que estudiar un poquito para evitar seguir dejando constancia de su triste analfabetismo científico.
P.D. I:
Listado de entradas sobre “Una introducción (no exhaustiva) al estudio científico de la religión” (I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX , X, XI y XII)
P.D. II:
Y de regalo un video relacionado con el tema.
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