Los creyentes intentan extraer de la Naturaleza justificaciones de que esos pobres monos bípedos que llevamos sobre la faz de la Tierra un suspiro cósmicos somos los elegidos por la deidad. Sin embargo, el más simple análisis racional de la situación solo nos puede llevar a una triste conclusión: hay infinidad de especies mucho más del agrado de la supuesta divinidad que puso en marcha la vida.
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