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22 de julio de 2015

¿Somos el centro del Universo?

Desde tiempo inmemoriales el hombre ha supuesto, con pocas pruebas por cierto, que nuestra especie es el culmen de la creación y que todo en este vasto universo pivota alrededor de nuestra existencia. 

Pero para descubrir cuan de insignificante es el hombre se puede hacer el siguiente ejercicio mental, ajustar la existencia de la Tierra a un día de 24 horas y ir introduciendo los diferentes protagonistas en relación con los datos que hemos ido obteniendo del registro fósil.

Así en primer lugar podemos poner en hora el reloj a las 00:00 con la formación de la Tierra





A las 04:10 de la madrugada aparecen los primeros vestigios de la vida, los procariotas.




Hay que esperar hasta las 07:23 para poder observar a los primeros organismos fotosintéticos.




Los primeros eucariotas, similares a nuestras células aparecen bien avanzado el día, sobre las 13:34 horas.




Los primeros seres pluricelulares comienzan su existencia avanzada ya la tarde, a las 18:47.




La famosa explosión cámbrica, con su multitud de formas de vida complejas ocurre ya de anochecida, a las 21:14 horas.




Los primeros vertebrados que colonizan el suelo seco, anfibios y reptiles sólo aparecen a las 22:07 horas de la noche.




Nuestros primeros antepasados directos, los mamíferos surgen sobre las 23:40 de la noche.




Para poder observar a los Australopitecos, tenemos que esperar casi hasta el fin de la jornada, exactamente hasta las 23:58:07.




Nuestro tatara-tatara-tataraabuelo el Homo Habilis aparece en el último minuto del día, exactamente a las 23:59:04 cuando faltan sólo 56 segundos para las campanadas de media noche.




Su descendiente directo y todavía lejano ancestro humano, el Homo Erectus surge a las 23:59:41.




Y ya finalmente el supuesto centro del Universo, nuestra especie, el Homo Sapiens únicamente comienza a vivir en la Tierra  a las 23:59:59, es decir cuando falta únicamente 1 miserable segundo para que termine el día.





Pero eso sí intenten convencer a ulemas, rabinos, sacerdotes, predicadores, santones, pastores, monjes, imanes y demás pobres ignorantes carcomidos por el virus de la fe de esta incuestionable realidad, que lo más probable es que acaben siendo considerados en el mejor de los casos como unos intolerantes, maleducados, intransigentes y agresivo ateos; eso si no terminan frente a un juez por graves ofensas a la imbecilidad religiosa, o mucho peor, lapidados por su intolerable blasfemia en según qué países.
 
 

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Anónimo1:25 p. m.

    La importancia que nos damos no viene de que seamos eternos, o con que deberíamos tener más tiempo de existencia que de inexistencia dentro de la medida del reloj cósmico; sino del salto ontológico que hay en nuestro ser, que transforma el tiempo cósmico y biológico, ese que también usted expone en la entrada, en parte de nuestra biografía.
    Todo eso que expone muestra que el hombre es un ser que está arraigado estructuralmente y originariamente en el cosmos, que viene de él y de él depende, que es un ente más entre infinidad de entes y que aparece en un momento concreto de la evolución cósmica, y probablemente desaparecerá dentro de esa evolución cósmica.
    Pero nuestra realidad, en la que sentimos estar, “la neuronal”, esa que es un breve chispazo en referencia a la “infinitud” de la que “no es nuestra”, es la que nos lanza a vanagloriarnos como siendo el centro del universo. Ocurre que todo lo que digamos, pensemos, creamos al margen de nosotros es siempre inevitablemente respectivo a nuestra existencia; mejor dicho, respectivo a la formal manera de abrirse a la existencia en nosotros, en el modo como ESTAMOS. Todo es respectivo a ese cerco minúsculo y provinciano del cosmos que es lo humano.
    Como decía Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas. Nuestros sentidos, nuestro modo de apertura al entorno, nuestro modo de hacernos cargo de ese entorno, nuestras relaciones con el otro, nuestra conciencia, nuestros miedos, nuestras percepciones, nuestras necesidades, nuestras religiones, nuestros modos de conocer y entender el mundo, nuestra manera de disfrutar y llorar, nuestras teorías científicas, nuestros poemas, nuestros dolores y sufrimientos, nuestras esperanzas, nuestras ficciones, nuestros sueños, sentimientos… están estructurados y arraigados en nosotros, no podemos más que hacer todo respectivo a nuestro mísero “ojo biológico” y nuestro modo formal, provinciano y de monos recién bajados de lo árboles que somos, de sabernos estando en lo real.
    Esa perspectiva que usted establece, también es una perspectiva anclada en el hombre, es un supuesto “ojo de Dios” (en el sentido que nos ponemos transcendiendo lo existente desde el conocimiento que nos da la ciencia) pero que es inevitablemente un “ojo humano”. “Ojo” que que mira y establece como posible, poder verse como estando en una “perspectiva allende” a su aquende. Pero no es así, esa perspectiva también es aquende, y está centrada en lo humano. Humano, demasiado humano es todo lo que digamos, pensemos o creemos. Y aunque no es exclusivamente humano, pues la realidad se nos impone y se muestra a su modo y noergia, y describir ese modo y noergia para nuestro entendimiento es el propósito de toda ciencia; es, repito, absolutamente respectivo a nuestro modo de estar y dársenos la realidad.
    Como decía Pascal:
    “Por el espacio el universo me comprende y me absorbe como un punto, por el pensamiento yo lo comprendo”
    Creo que es ahí donde reside el sentido de centralidad que tal vez equivocadamente experimenta el hombre. No podemos salir de nosotros ni siquiera para saber que no somos nada.

    Un saludo.

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