Miles cuando no millones de personas son supuestamente religiosas aún cuando este hecho no solo va en contra de sus más elementales derechos sino que muchas veces además, va en contra casi su propia integridad como seres humanos.
Y el ejemplo más palpable son los homosexuales cristianos, y todavía más cuando uno de ellos alcanza las más altas cotas de poder. Así el Vaticano ha negado la acreditación al embajador francés por ser un homosexual confeso.
Pero lo peor del caso no es este frontal enfrentamiento entre la visión prehistórica de una dictadura medieval de ancianos seniles, que deberían estar bajo riguroso y profesional tratamiento médico para paliar (en la medida de lo posible) sus evidentes y peligrosas (sobre todo para el resto de la humanidad) alucinaciones, como lo es el Vaticano y una democracia avanzada, es que para más inri resulta que el aspirante a embajador galo es un ¡católico practicante!.
A ver Monsieur Stéfanini ¿qué parte de que la iglesia católica odia profundamente a las personas de su condición no ha entendido? porque en principio al haber sido elegido como embajador algunas luces y hasta quizás una carrera universitaria usted tendrá. ¿Cómo puede ser usted tan absolutamente idiota (lo siento, pero cuando una persona llega a tal nivel de estulticia lo justo es definirlo como lo que es, un simple cateto aborregado) para considerarse miembro del adocenado rebaño (nunca mejor dicho) católico? Su caso Sr. Stéfanini sería equivalente a haber nacido judío en la Alemania nazi o negro en el profundo y racista sur de los EEUU y solicitar insistentemente su incorporación a las SS o al KKK.
Por favor Sr. embajador nonato tenga un poco de cordura, ya que de decencia usted parece andar un tanto escaso, y en nombre de los millones de sus correligionarios insultados, denigrados, perseguidos y hasta asesinados por la iglesia católica a lo largo de los siglos, mande usted sus absurdas y dañinas creencias cristianas al rincón del olvido y viva con total libertad, sin prehistóricas ataduras su vida tal y como le plazca, pero sobre todo sin rendir humillada y repugnante sumisión a lo que únicamente puede considerarse como una ideología genocida con los de su orientación sexual.
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