Es muy común que cualquier
iluminado en las más peregrinas y absurdas teorías si no recibe el apoyo inmediato
y unánime a sus tesis por parte de la comunidad científica despliegue el
conjunto de sus quejas hacia el estamento investigador. A esto además debemos añadir
que estos individuos cuentan siempre con un novedoso y milagroso tratamiento
capaz de curar las más variadas enfermedades independientemente de su etiología
o agente causante que llevará inevitablemente a la bancarrota a todas las multinacionales
farmacéuticas y al paro al estamento médico mundial. Así, si juntamos todo:
científicos, médicos y farmacéuticas siempre acabamos en acusaciones de
conspiración científica para escamotear a la sociedad el conocimiento del
increíble descubrimiento. En cambio, lo único que este conjunto de creyentes en
conspiranoias científico-sanitarias varias demuestra con estas afirmaciones es
un muy grave desconocimiento de cómo funciona la ciencia en general y la
biomedicina en particular.
En el mundo trabajamos cientos de
miles de científicos en biomedicina, agrupados en decenas de miles de laboratorios
pertenecientes a miles de instituciones de investigación financiadas por
decenas de países o por centenares de entidades privadas. Vamos un maremágnum
imposible de controlar. Y nuestro principal si no único objetivo es llegar a
realizar un descubrimiento científico importante: desentrañar un mecanismo biológico
hasta ahora desconocido o desarrollar un tratamiento que permita curar o paliar
significativamente una enfermedad. Ello nos permitirá un reconocimiento no sólo
entre nuestros iguales, sino con mucha suerte el de toda la sociedad y si
encima se consigue el Nobel pues que te voy a contar. Porque los científicos además de
curiosos, inquietos y más o menos inteligentes (ya que de todo hay) en esencia y
sobre todo somos muy, muy ambiciosos y extremadamente competitivos. ¿Por qué? Porque
sabemos en todo momento, cual espada de Damocles, que con toda certeza existe
al menos otro laboratorio en el mundo investigando lo mismo que nosotros y que
además muy probablemente sus estudios se encuentran en un estadio más avanzado
que los nuestros propios.
Inciso: estoy tentado de transmitir esta idea como enunciado de una ley, que por supuesto llevará mi nombre, pero seguramente como de ella misma se desprende ya habrá sido descrita previamente por otro investigador. En fin es sólo una broma.
Sabiendo esto, no es de extrañar
que un investigador en cuanto tiene un buen resultado, éste le queme entre las
manos y lo envíe CUANTO ANTES a publicar a una revista científica ya que
nuestra profesión es como una final olímpica de atletismo pero interminable. No
te puedes parar porque sólo entra en la gloria el primero en llegar a la meta del
descubrimiento y del segundo no se acuerda luego ni su madre a no ser que sea para reprocharle su mala suerte. Sí, si no
publicas un resultado vete tú luego a decir al director de tu centro de investigación,
a la agencia financiadora que te ha pagado el proyecto científico o al resto de
los colegas de tu campo que llevabas años trabajando en el tema y que tu ya habías
hecho el descubrimiento antes que el fulano que lo publicó, que entonces las orejas de
burro, la sorna y las carcajadas te acompañarán hasta tu tumba y más allá. Si
tu resultado además es un tratamiento medianamente decente y efectivo ante cualquier enfermedad entonces, a la vez que lo públicas,
tu centro de investigación lo patenta y a montar una empresa “spin-off” o a
negociar con las farmacéuticas o con el diablo si hace falta para sacarle un
rendimiento económico a la investigación y presumir de “transferencia de
resultados al sector industrial”, que por cierto es lo único que valoran de
verdad los políticos (al menos los españoles) cuando hablan de investigación. Vamos, que estamos como
para guardarnos estudios relevantes porque haya que mantener la cuenta de
resultados de una farmacéutica. Si es importante pero negativo para una empresa mejor, ya
que siempre aparecerá otra farmacéutica interesada en quitar del mercado a la
anterior con tu nuevo descubrimiento (si de verdad merece la pena). Peor es que
además tenemos todos los días a los gestores económicos de nuestras respectivas instituciones sobre nuestro cuello machacándonos
con eso de que ya no basta con publicar en las mejores revistas científicas
sino que hay que hacer desarrollo de los resultados obtenidos. Además con la cantidad
de grupos de investigación que hay trabajando sobre cualquier enfermedad si las
farmacéuticas tuvieran que extorsionar o sobornar a todos los científicos en
activo irían a la quiebra y eso sí, nosotros dejaríamos de tener las míseras y escuálidas
cuentas bancarias con las que en realidad contamos, que yo tengo pesadillas cada vez que
consulto mi extracto bancario.
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