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PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.

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6 de septiembre de 2025

Cuanto más vivo, más convencido estoy que la Tierra es utilizada por otros planetas como un asilo para lunáticos

George Bernard Shaw escribió la famosa cita que encabeza esta entrada y solo hay mirar lo que la inmensa mayoría de la gente cree para comprender que estaba en lo cierto.

Así, por ejemplo hay unos 2.300 millones de cristianos en el mundo que en su absurda y delirante superstición celebran la resurrección de un extraterrestre muerto el domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, beben vino y comen pan como si fueran la sangre y el cuerpo de ese mismo ser que en realidad solo fue un pobre profeta circuncidado demente y recitan encantamientos constantemente para alterar en su beneficio las leyes fundamentales que rigen el Cosmos.

Y por supuesto este tipo de delirantes creencias no se circunscribe solo a los cristianos, el resto de las religiones tiene credos igualmente disparatados: los musulmanes afirman que su colérico beduino pederasta subió al cielo a lomos de un blanco corcel y que les esperan 72 vírgenes en un cielo en donde manan ríos de leche y miel, los judíos creen en serpientes parlantes y profetas que pueden vivir dentro de ballenas, convivir con leones hambrientos y convertir palos en serpientes, los hinduistas se “purifican” bañándose en un río contaminado entre cadáveres en putrefacción mientras veneran a una disparatada y casi infinita colección de dioses a cual más extravagante, etc., etc., etc.

Y suma y sigue con cada una de las fantasiosas religiones inventadas por algunos de los miembros más trastornados de esta nuestra tan particular especie de monos estúpidos y supersticiosos. Por ello, y muy desgraciadamente, la irónica cita de Shaw sigue de dolorosa actualidad.

 

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