Así, por ejemplo hay unos 2.300 millones de cristianos en el mundo que en su absurda y delirante superstición celebran la resurrección de un extraterrestre muerto el domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, beben vino y comen pan como si fueran la sangre y el cuerpo de ese mismo ser que en realidad solo fue un pobre profeta circuncidado demente y recitan encantamientos constantemente para alterar en su beneficio las leyes fundamentales que rigen el Cosmos.
Y por supuesto este tipo de delirantes creencias no se circunscribe solo a los cristianos, el resto de las religiones tiene credos igualmente disparatados: los musulmanes afirman que su colérico beduino pederasta subió al cielo a lomos de un blanco corcel y que les esperan 72 vírgenes en un cielo en donde manan ríos de leche y miel, los judíos creen en serpientes parlantes y profetas que pueden vivir dentro de ballenas, convivir con leones hambrientos y convertir palos en serpientes, los hinduistas se “purifican” bañándose en un río contaminado entre cadáveres en putrefacción mientras veneran a una disparatada y casi infinita colección de dioses a cual más extravagante, etc., etc., etc.
Y suma y sigue con cada una de las fantasiosas religiones inventadas por algunos de los miembros más trastornados de esta nuestra tan particular especie de monos estúpidos y supersticiosos. Por ello, y muy desgraciadamente, la irónica cita de Shaw sigue de dolorosa actualidad.
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