La religión es la forma más eficiente de justificar los
asesinatos individuales o incluso los genocidios ya que divide a la gente entre
creyentes e impíos, puros y pecadores, elegidos y malditos.
Y cuando la divinidad ha separado a los “buenos” de los “malos”, es muy fácil odiar a éstos últimos a los que se ha despojado de cualquier tipo de humanidad y por tanto, no solo pueden ser exterminados sin remordimiento alguno sino que su exterminio casi como insectos o una plaga se convierte en inapelable e inexcusable por mandato celestial.
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