Los datos paleontológicos indican que la inmensa mayoría de
las especies animales o vegetales que alguna vez hoyaron la Tierra se han
extinguido, muchas de ellas a causa de cataclismos varios: megaerupciones
volcánicas, meteoritos, desastres climáticos o simplemente por pura competencia
darwiniana.
Y sin embargo, los más que analfabetos creyentes siguen afirmando en contra de toda esta casi infinita evidencia que los pocos millones de especies que todavía quedan contra viento y marea a la espera del siguiente cataclismo global somos la prueba de la existencia de una divinidad perfecta y benevolente.
Pero es lo que tiene ser religioso, que se pueden decir (y pregonar a los cuatro vientos) las mayores sandeces y encima exigir respeto y sumisión para sus demenciales creencias.
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