Sí, aunque no den crédito al título de la entrada está correctamente escrito. Resulta que los culpables de los miles de casos de nauseabundos abusos sexuales realizados por cientos de curas católicos en todo el orbe cristiano no son los propios sacerdotes pederastas y violadores, ni por supuesto tampoco los obispos y arzobispos que encubrieron esos crímenes durante décadas. No señor. El maligno con sus diabólicas artimañas nos ha confundido tanto a una multitud de pobres incautos que no hemos podido ver la verdad. Pero no debemos preocuparnos, ya que para abrirnos a la luz de la verdad y al conocimiento, la Conferencia Episcopal norteamericana se ha gastado 1,8 millones de dólares (pobrecillos, corramos todos a marcar la x de la iglesia en nuestra declaración del IRPF para alejarlos cuanto antes de la miseria). ¿Para qué?, os preguntareis los ateos condenados al fuego eterno del infierno. Pues para pagar un estudio oficial sobre las causas verdaderas y el contexto social de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos estadounidenses. Dicho estudio concluye categóricamente, que la revolución sexual de los años sesenta y setenta del pasado siglo fue la culpable de esos horrendos delitos, porque sumió en un estado de grave confusión a los sacerdotes católicos de tal forma que estos pobrecillos no supieron darse cuenta de que delinquían. Acabáramos, esos miserables depredadores sexuales son únicamente víctimas inocentes. Loado sea el señor porque los infortunados no querían violar a los niños bajo su cargo. Lo que pasa que con tanto hippy melenudo suelto que fumando porros iba predicando el amor libre a diestro y siniestro, pues nuestros descarriados curas se confundieron cómo célibes que eran y pensaron cándidamente que todo el monte es orégano. Y como es proverbial la ausencia de género femenino en los colegios de curas, pues no tuvieron más remedio que echar mano de lo poco que tenían, y sin quererlo pues, se vieron obligados a abusar de los niños puestos a su cuidado. Sí que debía de estar ocupado el Altísimo para no tener tiempo en enviar al Espíritu Santo a advertir a los varios Papas que se sucedieron durante esas décadas, que violar menores además de delito terrenal es pecado mortal nefando.
En resumen que la culpa de todo este asqueroso asunto va a ser de John Lennon que en paz descanse. Si no, escuchen su canción “Imagine”.
Si es que tanto pacifismo y tanto amor no podían llevar a nada bueno. Donde esté un buen ejercito devoto o unos píos sacerdotes nazis...
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