Como estaba algo desocupado he indagado un poco sobre La Iglesia de Cristo o como comúnmente se les denomina, los mormones. La principal característica de estos cristianos es que forman una de las últimas religiones en llegar al abarrotado mundo de las creencias, puesto que fue fundada prácticamente ayer (en 1830) por Joseph Smith en EEUU y por tanto se puede estudiar con cierta facilidad como ejemplo de aparición de una nueva religión, en este caso una variante cristiana más. ¿Y cómo se puede fundar una religión cristiana en la Norteamérica del siglo XIX? Pues con un poco de imaginación, mucha caradura y supongo algo de ayuda por parte de estimulantes (vamos peyote o similar), si no juzguen ustedes.
Joseph Smith era el quinto hijo semianalfabeto de una familia numerosa del estado norteamericano de Vermont. A los 17 años resulta que de paseo por el condado de Ontario perteneciente al estado de Nueva York, no confundir con la populosa ciudad canadiense, se encuentra con el ángel Moroni. ¿Y quién era ese desconocido ángel? Agárrense que empieza la diversión. Este ángel era un individuo que parece ser que vivió en Norteamérica entre finales del siglo IV y principios del siglo V de nuestra era y que fue el último profeta y comandante militar de los nefitas, por eso tuvo que convertirse en ángel porqué si nó como iba a poder hablar con el tal Joseph Smith 14 siglos después de su muerte. ¿Y quién demonios eran los nefitas se preguntarán ustedes? Pues para los mormones, ya que ningún arqueólogo ha encontrado ni rastro de semejante civilización, los nefitas son el pueblo descendiente de un profeta judío llamado Nefi (del cual tampoco existe registro histórico alguno, pero ya puestos que más da) que y sorpréndanse de nuevo, abandonó Jerusalén a instancias de Iahvé en el año 600 antes de Cristo y como parece ser que era de naturaleza inquieta y le gustaba conocer mundo pues ni corto ni perezoso viajó con su familia al hemisferio occidental llegando a América allá por el año 589 también antes de Cristo. Sí han leído bien, este judío y su familia descubrieron el nuevo mundo 1000 años antes que Colón, vamos ni Eric el Rojo ni vikingos que les valga. Como se dice en lenguaje coloquial, con un par. Cómo y de qué manera pudo realizar tamaña proeza este judío errante no me lo pregunten a mí, ya que ni los propios mormones lo saben y eso que tienen ayuda divina.
Después de esta clase sobre antropología de los indios norteamericanos volvamos al relato. Habíamos dejado al sorprendido Joseph Smith en presencia del ángel Moroni, el cual como no podía ser de otra manera traía un encargo divino. Moroni le dijo al joven Smith que había sido elegido para restaurar la iglesia de Jesucristo en la tierra y traducir unos escritos del pueblo nefita (nativos norteamericanos de origen semita, toma ya) denominado el Libro de Mormón en honor al padre de Moroni que fue quien parece ser lo escribió. Dicho documento por supuesto no estaba escrito en papel, cuero, papiro o con aquello que los nefitas escribieran si es que no eran también analfabetos como Smith, porque entonces después de 1400 años de olvido imagínense lo que quedaría del tan importante escrito. ¿Y cuál era el material con el que los judeo-indios nefitas habían confeccionado el famoso libro? Pues de que iba a estar hecho alma de cántaro, de planchas de oro que por algo era la palabra revelada de Dios y en el Cielo no hay nunca recesión económica.
Según el propio Smith, Moroni le mencionó que a causa de su misión, su nombre sería tomado para bien o para mal en las naciones. Vamos, un ángel listo, nada más hablar con el jovenzuelo ya estaba curándose en salud. Los incautos e idiotas que te crean cuando les cuentes esta milonga te ensalzarán y el resto de los mortales te tomarán por borracho en el mejor de los casos o por carne de frenopático, sería el razonamiento del alado mensajero. Además, el ángel también le dijo a Smith que aún no se encontraba listo para traducir el libro divino, por lo que se marchó sin entregarle las planchas de oro. Se ve que no estaba muy de acuerdo de que tan alta designación celestial recayera en un muchacho todavía imberbe, no fuera a ser que el zagal fundiera las planchas de oro y se las gastara aplacando sus descontroladas hormonas juveniles. ¿Y qué hizo entonces el elegido para tan alta misión? ¿Ponerse a estudiar hebreo, arameo y lenguas de los indios nativos americanos y así prepararse para cuando volviera Moroni con las planchas que tenía que traducir? Hay infelices ateos dominados por la pasión de Satán, nada de eso. Como buen cristiano se echó novia con intenciones formales, pero el padre de la elegida no permitió el enlace matrimonial porque consideraba que Smith no era nada respetable. Cosa que no extraña nada a poco que conociera al susodicho Smith. Total que al final los enamorados, como no podía ser de otra forma, se fugaron y finalmente se casaron. Entre unas cosas y otras habían pasado ya 4 años cuando Moroni reapareció en la vida de Joseph Smith porque parece ser que ya había sentado la cabeza y aunque seguía sin saber nada de lenguas antiguas estaba preparado para hacer la traducción del libro. Imagino que el ángel consideró que la presencia de una esposa impediría usos fraudulentos del oro con el que estaba hecho el libro. Total que Moroni le entregó las planchas de oro a Smith y éste se dispuso a comenzar la ardua tarea de traducir un texto de un lenguaje desconocido tanto para él como para el resto de los mortales. Y para facilitar la tarea de este Champolión del nuevo mundo se le entregaron dos piedras engarzadas en aros de plata y un pectoral de los sumos sacerdotes israelitas que en conjunto tenían los poderes suficientes para ayudarle en la traducción. Por cierto, menuda previsión la del errante Nefi en pasearse por medio mundo con estos objetos mágicos. Otra cosa es lo que pensaran sus coetáneos judíos a los que sustrajo tan valiosos objetos, lo mismo todavía existe alguna secta que los sigue buscando, vaya usted a saber. En resumen, que Moroni se cansó de esperar esos años a que Joseph Smith estudiara filología hebreo-nativo-norteamericana para poder comprender el libro y por eso carente de esperanza le dio el famoso traductor celestial, porque de otra forma todavía estaríamos esperando la buena nueva.
Entonces con todas las herramientas a su disposición el señor Smith se puso por fin manos a la obra con la traducción del libro. ¿Qué como lo hizo? Pues muy fácilmente queridos descreídos, al ponerse el pectoral y coger las piedras entendía totalmente la escritura y así empezó a dictar la traducción a su esposa y a otros dos elegidos que imagino que sabrían escribir. El que nadie después de esta traducción inicial sepa donde están las famosas planchas de oro, las piedras y el pectoral (que en conjunto sería un hallazgo arqueológico de primera magnitud mundial) puede hacernos sospechar a ateos, irreverentes y otras gentes de la peor calaña de la veracidad de la historia contada. Un inciso, los textos estaban escritos en “egipcio reformado” según informó Smith a sus ayudantes, idioma que por cierto es totalmente desconocido para los egiptólogos, historiadores, filólogos y lingüistas que han estudiado en profundidad la civilización egipcia hasta la fecha actual, pero que importa los caminos del Señor son inescrutables. Durante la traducción diversos apóstoles cristianos como Juan, Pedro y Santiago y hasta el mismísimo Juan el Bautista se le fueron apareciendo a Joseph Smith según cuentan sus ayudantes. Imagino que llegados a este punto el nivel de estimulantes y psicoactivos que tomaban los cuatro elegidos durante su dificultoso trabajo de traducción dejarían hoy en día en ridículo a cualquier garito de La ruta del bakalao. Una vez finalizado el proceso, Smith y sus seguidores dedicaron el resto de sus vidas a difundir el divino mensaje con desigual fortuna. El fundador de este culto y otros seguidores fueron asesinados dos décadas después por una turba de enfurecidos oponentes religiosos aunque su legado perdura en la actualidad.
Según datos oficiales de su iglesia hay más de 12 millones de mormones en el mundo, cantidad cercana al número de judíos. Sorpréndase, pues solamente el 12% de los mormones viven en Utah y la mayoría de ellos ni siquiera vive en los Estados Unidos repartiéndose por todo el globo. Un dato curioso es el alto porcentaje de mormones existente en diversos países de Oceanía. Así el 46% de los tonganos, el 36% de los samoanos, el 11% de los habitantes de Kiribati, el 8% de los tahitianos y más del 7% de los habitantes de las islas Cook o Marshall en el Pacífico profesan esta nueva creencia, imagino que será porque es más agradable y divertido hacer apostolado en estas islas paradisiacas que en otros lugares, menudos pillines están hechos estos mormones. También como curiosidad, más del 2% de los chilenos y de los uruguayos son mormones, aunque asómbrense México con un millón de fieles es el segundo lugar del mundo donde más practicantes en esta religión existen después de los EEUU. Finalmente y para mostrar su altísimo nivel de proselitismo esas mismas fuentes oficiales mormonas indican que el 70% de estos creyentes no nacieron dentro de la Iglesia sino que son nuevas conversiones.
Finalmente para aquellos varones que se encuentren interesados en abrazar dicha fe por motivos sexuales les informo que desde hace más de cien años la poligamia no está permitida entre los mormones. Qué se le va a hacer, no todo pueden ser ventajas.
En resumen a mediados del siglo XIX mientras que Faraday descubre la inducción, Charles Lyell publica su libro Principios de Geología, se establece la Primera Ley de la Termodinámica, Pierre Joseph Pelletier descubre la quinina y Johann Gottfried Galle descubre el planeta Neptuno por poner sólo algunos ejemplos, un individuo semianalfabeto sin otra cualidad que la de su extrema religiosidad, con un evidente trastorno mental que conlleva alucinaciones recurrentes y tales delirios de grandeza que en la actualidad podría haber sido fácilmente ingresado en una institución psiquiátrica por unos familiares medianamente responsables, es capaz de convencer sin prueba alguna a millones de personas durante casi dos siglos con un conjunto tan grande de supercherías y falsedades que harían avergonzarse a cualquier niño de doce años medianamente despierto. Esa es queridos amigos la descarnada definición de la tan respetada y protegida Religión que nos envuelve permanentemente y que si no somos capaces de controlar nos acabará asfixiando irremediablemente.
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