Allá por mediados del ya lejano siglo XVII un brillante, pero casi desconocido médico llamado Thomas Willis
 sentó las bases conceptuales de la neurología. Y este casi 
desapercibido momento inició la lenta, pero inexorable, caída de ese 
absurdo concepto filosófico-teológico del alma que tan errónea como 
trágicamente ha dirigido los destinos de esta más que egocéntrica, ignorante y más que supersticiosa especie de monos bípedos durante desgraciadamente demasiados milenios. 
 




 
Pero también en el campo
ResponderEliminarcientífico (los neurofisiólogos Ch. She- rrington, W Penfield, John C. Eccles, R. W Sperry, etc.) se ha operado la más enérgica
reacción afirmando la no equivalencia entre la mente y el cerebro. Aparte de la es-
tructura cerebral y sólo en parte dependiente de la misma, hay en el hombre una
realidad de naturaleza diferente, no orgánica ni material ni simplemente bioquímica, expresamente llamada «espiritual» por algunos, que es lo específicamente humano y
lo definitorio del hombre en contraste con los restantes seres dotados de cuerpo.
Alfonso
EliminarCreo que te lo he dicho miles de veces ya. Lo que opine un científico, un Premio Nobel o Einstein no vale nada si no va apoyado por datos y hecho. Cuando esos científicos que comentas presenten pruebas (y no disparatadas conjeturas cristianas) entonces tendrán credibilidad además de conseguir el Nobel y pasar al panteón de los grandes. Mientras tanto son solo otros pobres infectados por el peligros virus de la fe, destructor de mentes.