Los cristianos en su indolente argumentación predican un
dios supuestamente benevolente y amoroso que, sin embargo, es capaz de permitir
las mayores atrocidades: hambrunas, guerras, epidemias, horribles cánceres y
demás sufrimientos contra ese supuesto culmen de la creación que somos unos
pobres monos bípedos.
Algo que para cualquier ser dotado de un mínimo intelecto
debería estar claro: en caso de existir esa deidad sería simplemente el peor
psicópata imaginable.
Pero este es el verdadero milagro de la religión, el
convertir al aborregado rebaño católico en colaboradores necesarios del peor
genocida posible.
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