Los creyentes apelan a profundas y oscuras "razones" para justificar sus creencias, pero la realidad es mucho más prosaica. La religión es simplemente otra característica humana más, sujeta como todas a las inexorables leyes de la Biología Evolutiva desde el momento en el que la selección natural nos dotó de una complejidad cerebral y social que, inevitablemente nos dirigió hacia los senderos de la superstición.
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