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25 de agosto de 2020

El fallo de la democracia actual

El sistema democrático se basa en que cada ciudadano tiene derecho a opinar con su voto sobre la gobernabilidad del país, bien eligiendo a sus representantes o bien decidiendo directamente una cuestión en un referéndum. Y la calidad de una democracia viene dada por la capacitación de cada uno de sus ciudadanos-votantes.

 

Para que una democracia sea verdaderamente funcional es necesario que los ciudadanos estén informados y tengan el suficiente juicio para poder elegir entre opciones políticas que además de ser muchas veces contrarias entre sí pueden beneficiar o perjudicar de manera individual a un conjunto mayor o menor de votantes. Así entonces, el votante juicioso apoyará las iniciativas políticas o a los partidos que mejor defiendan sus intereses particulares.

Y esta verdad (el que un ciudadano debe votar a quien mejor le represente y le beneficie, que parece ser de Perogrullo) sin embargo no se cumple en la práctica habitual en muchos países del mundo y mucho menos en España.

Millones y millones de personas votan a partidos políticos que legislan y gobiernan en contra de sus intereses en un asombroso y gigantesco ejercicio de estupidez política. Millones de personas de las clases sociales más desfavorecidas, esas que cobran sueldos de miseria con los que no pueden llegar a fin de mes y que por lo tanto prácticamente no pagan impuestos son individuos totalmente dependientes de las ayudas sociales (más o menos generosas) del cada vez más raquítico estado del bienestar para garantizar su día a día o su propia supervivencia, puesto que no pueden ni siquiera imaginarse pagar un colegio para la educación de sus hijos o una sanidad privada en caso de enfermedad.

Sin embargo estas personas son capaces de apoyar con sus votos las peores políticas neoliberales, esas que quieren destruir cualquier tipo de cohesión social y privatizar todos los servicios públicos, dejando que cada cual sólo obtenga la sanidad, la educación o la ayuda que pueda pagar de su bolsillo. Y todo ello porque el demagogo de turno les dice que en España “se pagan muchos impuestos” y les ofrece una rebaja del 5 o del 10% en su contribución al erario público, algo que en la práctica puede significar que se van a ahorrar 10 o 100 euros al año en su cita anual con la Hacienda Pública. 

Y estos pobres simples no son capaces de ver que esas “maravillosas” reformas fiscales sin embargo van a permitir que grandes empresas y multimillonarios se ahorren cientos o miles de millones de euros en su contribución a las arcas del estado. Esos mismos miles de millones que deberán ser recortados de los cada vez más menguantes servicios públicos que son vitales para los ciudadanos normales y corrientes, pero que son superfluos para esa élite del 1% que puede enviar a su hijo a estudiar a Harvard u hospitalizarse en la Clínica Mayo de Minnesota si su médico (también privado) en España le detecta una mancha en el pulmón y le dice que en los USA están los mejores oncólogos del mundo ¡que no es cuestión de miserias cuando lo que está en juego es la salud de la familia!

Y ¿qué decir de esos millones y millones de ciudadanos que son incapaces de diferenciar un virus de un mosquito y que lo único que saben de su lavadora es que tocando un botón el aparato se pone en marcha? Pues esos mismos analfabetos científicos son los mismos que ante una situación de extrema complejidad como la generada por la actual pandemia coronaviral se erigen en expertos mundiales en virología, epidemiología, salud pública y economía y deciden en su santo criterio que no se ponen las mascarillas porque esta “plagemia” es una inmensa confabulación urdida por Bill Gates, George Soros, las farmaceúticas y los gobiernos bolivariano-marxista-etarras, con la siempre necesaria e inestimable ayuda de masones y judíos para controlar a la Humanidad con una vacuna que llevará un “microchip” que en su caso no les puede jamás hacer más aborregadamente idiotas de lo que desgraciadamente ya son.

Así que visto lo visto, quizás una solución barata y rápida sería eliminar las campañas electorales, las elecciones y los referéndums y sustituir todo el proceso electoral por un chimpancé aporreando el teclado de un ordenador y dependiendo del número de veces que tocara las diferentes teclas se asignara el número de escaños en el parlamento a los diferentes partidos políticos concursantes ¡total, el mono no podría hacerlo peor que el votante medio!

 

3 comentarios:

  1. Me estoy acordando del currito con el mono de mecánico tieso momo una vela en la capilla ardiente de Franco 🤣

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  2. Esta es la cruda realidad en España. Parece increíble pero así es.

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