Estábamos más que acostumbrados a que cristianos y musulmanes tengan la piel muy fina y cualquier comentario acerca de sus más delirantes profetas sea considerado una terrible blasfemia merecedora de la cárcel o incluso del asesinato más cruel. Pero parece ser que ahora también los supuestamente pacíficos y tolerantes budistas se han apuntado a esta criminal práctica.
En Sri Lanka un escritor se enfrenta a diez años de prisión por cargos de incitación al odio religioso, luego de publicar una historia corta en su muro de Facebook el año pasado, historia que ha enfurecido a algunos grupos budistas ante lo que consideraron un trato despectivo y difamatorio para su fe.
Todo ello es debido porque en la obra objeto de persecución se hablaba de la homosexualidad del clero budista, algo más que normal en un ambiente en el que se aíslan varones durante años y se les obliga a reprimir sus por otra parte naturales instintos sexuales.
Y entonces a falta de mujeres, pues algunos o muchos de estos “santos” monjes pues acaban cayendo en el pecado de la carne con lo primero que encuentran a mano. Algo totalmente normal dentro de cualquier monasterio de pobres desgraciados que adoran al nazareno demente, al beduino pederasta, al obeso santurrón, al gran espíritu de la pradera o al dios cocodrilo.
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