Si el coronavirus es un castigo divino, vaya dios más inepto

Los fundamentalistas religiosos llevan semanas con ese absurdo "argumento" de que el coronavirus es el inevitable castigo divino por los pecados de la Humanidad. Pero un simple vistazo a la realidad de esta pandemia demuestra que o bien esa supuesta deidad omnisciente no existe o es una chapuzas integral.

Un delirante religioso ha comentado en otra entrada de este blog que

"Considero el Covid-19 es uno de los pocos castigos nuestro Padre nos brinda debido al Homosexualismo, Abortismo, Animalismo, Mascotismo, Feminismo..."

un desquiciado argumento aceptado por multitud de ignorantes creyentes, independientemente de que profesen alguna de la infinidad de variantes del Cristianismo o incluso sean musulmanes o judíos.

Y todos estos analfabetos mentales parecen olvidar lo obvio, ¡que el coronavirus está matando indiscriminadamente a judíos, ateos, cristianos, budistas, aficionados al fútbol, practicantes de esgrima, coleccionistas de sellos, independientemente de su orientación sexual o sus gustos culinarios!

Es más, cuando todo esto acabe se podrían analizar las estadísticas para concluir que el coronavirus se ha cebado especialmente entre los católicos españoles, simplemente por pura demografía, ya que este virus está matando con especial saña a personas mayores. Y en España los ancianos suelen mucho más creyentes que las nuevas generaciones. 

Es más, seguramente también está matando a más sacerdotes católicos que a la media de la población, simplemente también porque los curas son una población envejecida cuya edad media es de 65-66 años. Así que por tanto si fuéramos tan estúpidos como el aborregado rebaño católico deberíamos concluir (erróneamente) que el coronavirus ha sido "inteligentemente" diseñado para eliminar a los creyentes.

En resumen, que si nos atenemos a la ignorancia religiosa sólo queda por concluir que las deidades de benevolentes y de justas no tienen nada, ya que matan indiscriminadamente y que además son chapuceras puesto que eliminan (con una terrible y asfixiante agonía) a los más fieles de su patético rebaño de débiles mentales.