El neoliberalismo ha
ganado la batalla de las ideas, de tal manera que en la actualidad el mentiroso
mantra de que la única manera de que la economía no colapse es que las grandes
fortunas y multinacionales paguen cada vez menos impuestos, en la creencia
(casi religiosa) de que ello hará aumentar la inversión y la riqueza de alguna
manera (misteriosa por cierto) acabe permeando hacia las capas más
desfavorecidas de la sociedad.
Y este mito tan
ficticio como el del dios elefante tiene el corolario de que si los impuestos a
esos mega-ricos y super-corporaciones suben, aunque sea sólo un poco, el
desastre económico será de magnitudes bíblicas.
Sin embargo, resulta que hay sólidos datos empíricos que demuestran que elevados
impuestos a grandes corporaciones y a adinerados no tiene influencia alguna en
la generación de la riqueza. Y estos datos no vienen de complejos modelos computerizados,
ni de la historia de una pequeña república africana o asiática sino que provienen
del centro hegemónico del capitalismo mundial: los EEUU de Norteamérica.
Tal y como indica en este breve video el economista Thomas Piketty los
impuestos en EEUU para los ricos fueron de un más que sorprendente 80% de sus
ingresos durante el medio siglo comprendido entre 1930 y 1980, impuestos que a
día de hoy se considerarían confiscatorios y propios de un país comunista. Y
sin embargo durante esos cinco largos decenios los EEUU siguieron siendo el
centro de capitalismo mundial, los ricos y las grandes empresas no dejaron de
intentar (y por cierto) ganar mucho dinero y a cambio la desigualdad se mantuvo bajo mínimos.
Solo cuando Reagan y sus secuaces empezaron a desmontar el sistema
impositivo norteamericano los problemas empezaron a multiplicarse y decenas de
millones de estadounidense se convirtieron en pobres de solemnidad, aún cuando
muchos de ellos tienen dos y tres trabajos que no les permiten ni siquiera
llegar a fin de mes.
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