El mito de la España católica es cada vez más irreal, puesto
que todas las estadísticas indican que los católicos son una más que exigua minoría,
que además disminuye con el paso del tiempo.
Los resultados oficiales del Centro de Investigaciones
Sociológicas, organismo público encargado del estudio científico de la sociedad
española demuestran mes tras mes que el catolicismo es una religión residual
entre los españoles y que su importancia social se mantiene únicamente gracias
a los abusivos, y más que onerosos para el erario público, privilegios estatales
que mantiene, de tal manera que sin ellos es más que razonable pensar que se
extinguiría en unos pocos años.
Porque en España la mayoría de los ciudadanos son los
llamados católicos no practicantes, eufemismo más que engañoso que encuadra a
todos aquellas personas que generación tras generación mantienen una particular
y más que superficial relación con la iglesia católica: no cumplen con
prácticamente ninguna de las obligaciones de los católicos, salvo la de acudir
a algunas bodas, bautizos o comuniones (más como un acto social que como uno
religioso) cuando no se quedan en el bar de la esquina esperando que el cura
termine su matraca y empiece la verdadera celebración, esa que consiste en la
poco cristiana costumbre de hartarse a comer, a beber y a bailar música
pachanguera hasta que el cuerpo aguante. Y por supuesto estos “no practicantes”
no hacen ni maldito caso a los dogmas vaticanos puesto que muchos de ellos se
divorcian, se vuelven a casar por lo civil, mantienen relaciones
prematrimoniales y abortan cuando lo consideran oportuno. Y ya lo de creer en
el cielo, infierno, la virginidad de la judía adúltera y demás sandeces sólo
aptas para débiles mentales ni se lo plantean. Es decir, que en la práctica son
más ateos que católicos.
Únicamente un porcentaje que no llega al 23% de los
españoles cumplen más o menos con las obligaciones de los creyentes, por lo que
sólo ellos podrían ser considerados católicos. Por el contrario, en el otro
lado la suma de ateos, agnósticos o “indiferentes/no creyentes” suma el más que
respetable porcentaje del 29% de la ciudadanía, cifra superior a la de verdaderos católicos. Y
como la gran mayoría de los creyentes son personas de más que avanzada edad y
las nuevas generaciones si son algo es increyentes, pues es más que razonable
esperar que en unas pocas décadas queden en España el mismo número de católicos
que de linces ibéricos.
Es cierto. Cuando dices que en las bodas nos juntamos la mayoría en el bar es totalmente cierto. La verdad es que casi ningún católico cumple con sus creencias, pero si les preguntas a la mayoría si creen en dios te dirán que sí. Es curioso pero poca gente se declara totalmente ateo. Parece como si les pareciese mal y les de corte. Es producto de la conciencia y desde luego la educación que todavía imprime miedo y reparo a decirlo en público. No olvidemos que decir que eres ateo produce cierto rechazo social porque nos falta todavía mucho tiempo para llegar a ese grado de inteligencia avanzada.
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