Una de las más extrañas paradojas de la siempre compleja
mente humana es la existencia de científicos religiosos, personas que en su
quehacer diario se atienen a lógica más rigurosa mientras que por otra parte luego
son capaces de asumir las más disparatadas alucinaciones.
Un investigador es una persona que día tras día se afana en
su trabajo en desentrañar la realidad: pensando, razonando, estudiando, proponiendo
hipótesis y realizando experimentos del más variado tipo para con un poco de
suerte extraer conclusiones de cómo funciona el mundo. Sin embargo cuando el
científico es una persona religiosa, después de su habitualmente larga y más
que agotadora jornada laboral acude a su iglesia, sinagoga, mezquita o templo a
rendir necio homenaje al dios elefante, a
cortar sádicamente un pedazo del pene de su hijo recién nacido para mostrar la
debida
devoción, a asumir estúpidamente que una zarza ardiente por mediación de una paloma sideral fecundó a una virgen judía, a dejar morir criminalmente a su vástago en el caso de que necesite una transfusión sanguínea como sacrificio porqué así está escrito en un viejo y mohoso libro que recopila las más dementes alucinaciones, a asegurar alucinadamente que los humanos somos un experimento genético de alienígenas todopoderosos o a creerse ignorantemente que un beduino pederasta subió al cielo montado en un blanco corcel.
devoción, a asumir estúpidamente que una zarza ardiente por mediación de una paloma sideral fecundó a una virgen judía, a dejar morir criminalmente a su vástago en el caso de que necesite una transfusión sanguínea como sacrificio porqué así está escrito en un viejo y mohoso libro que recopila las más dementes alucinaciones, a asegurar alucinadamente que los humanos somos un experimento genético de alienígenas todopoderosos o a creerse ignorantemente que un beduino pederasta subió al cielo montado en un blanco corcel.
Y ya si encima es mujer, este investigador tiene que
considerarse además a sí misma un ser impuro, pecaminoso y prácticamente débil mental que, aunque
pueda estar desentrañando durante su jornada laboral los misterios más complejos del Universo o de la Vida,
necesitará en todo momento del siempre sabio consejo paterno o marital para poder desenvolverse
en el actual mundo hipertecnológico con las más que estúpidas reglas ideadas
por unos analfabetos dementes que vivieron hace 400 o 4.000 años.
Es por ello que el célebre científico Jacques Monod afirmara
en su momento (más que acertadamente) que un científico religioso es un
esquizofrénico que como el inmortal personaje dual de Stevenson de lunes a jueves es un Dr. Jekyll cerebral y racional, mientras que los viernes, sábados
o domingos (que ya sabemos que cada dios tiene su particular día) se convierte
en un patético Mr. Hyde estúpido capaz asumir los
mayores disparates.
Aunque quizás existan otras buenas analogías basadas en el
deporte. Los investigadores serían como esos atletas de élite que se preparan
concienzudamente y aprovechan todas sus cualidades al máximo para sobrepasar
todos sus límites, mientras que los científicos religiosos serían equivalentes a los atletas paralímpicos, hacen lo que pueden para practicar su afición
intentando sobreponerse a sus más que severas taras: físicas en los atletas y mentales en
los científicos.
O quizás mejor, los científicos ateos son como los atletas
normales, mientras que los investigadores religiosos serían el equivalente a
unos locos deportistas que decidieran competir en las Olimpiadas llevando un
saco de piedras de diez o doce quilos a la espalda, quizás alguno de estos
últimos consiga una medalla, pero entonces ¿qué no hubiera podido conseguir sin
esa pesada carga?
Algo así es lo que le debió pasar al más que brillante
Newton. Uno de los grandes genios de la Humanidad que, a pesar de haber dedicado
gran parte del tiempo y esfuerzos de su vida a la infructuosa y más que
imposible justificación de su
cristianismo (mucho más tiempo y empeño que a la Ciencia), hoy en día se le
recuerda únicamente por sus más que encomiables logros científicos y no por sus delirantes y más que estériles devaneos religiosos. Inciso: ni
siquiera su brillante mente fue capaz de encontrar lógica alguna al sinsentido
cristiano de si dios es uno, es trino o el infinito. Así que ¿qué no hubiera conseguido este genio si hubiera sido
educado en el más que sensato racionalismo ateo, pudiendo entonces haber
dedicado todo su tiempo y su privilegiada mente al pensamiento científico sin
esa estéril búsqueda de las más que inexistentes “leyes” bíblicas que le
obsesionó durante toda su vida?
Y también hay astrónomos (son un dos por cien, pagados por las sociedades astronómicas religiosas...que rayan el "astrologismo" en sus ratos de ocio) que buscan desentrañar el fondo del universo (sólo admiten uno sólo, pues si no admitirían polidioses) para ver dónde habita su dios...con minúscula, claro.
ResponderEliminarPero eso se contradice en la falacia de Anselmo. Pues si es tanto cómo dice, en el momento en que sea y se materialice ya deja de ser tanto cómo él creía (qué no pensaba, de pensar, claro). Pues todo lo que existe jamás puede ser mayor qué ya que no se puede contener ni ser contenido y al serlo se puede -por muy inmenso qué sea- medir; aunque las medidas sean cósmicas.
Y es que en esa falacia de Anselmo se parte de la premisa inexistencia, por lo tanto sólo cohabitada en la mente; por lo tanto no existente... "SherloJolmes" es tan dios como el papel a la hoja. Qué cosas.
En otro orden, como los paleontólogos -por ejemplo, entre otros- dependientes de las religiones; entre ellos Breuil, que no podía desvestirse de su prejuicio de clérigo y por eso anteponía a todo descubrimiento lo de santuario o lo de rito mágico y propiciatorio más con un y el fin de fundamentar sus creencias que sus descubrimientos. Lo que hacía que todo bailase sólo para justificar mediante esa "tradición" del hombre que por serla comparada con vicio o costumbre.
las cosas que se acostumbran a usar durante décadas se hacen con el tiempo tradiciones y aunque sean malas y posible desterrarlas no lo desean los ignorantes hacerlo ya que los beneficia no sólo en lo malo si no que les da pingües beneficios aunque para ello deban exagerar de y por cualquier método para justificar su fin mediante cualquier medio.
Muchas mentes brillantes no lo fueron tales pues estaban sometidas a prejuicios externos que coartaban su librepensamiento; así, todo junto.
Y mucho más qué contar
Una pena, eso y que siga ocurriendo lo mismo.
la ignorancia no tiene perdón de...d