Los dioses siempre acaban cobrando su precio en sufrimiento
y en muerte.
Y si no que se lo digan a una pobre adolecente hindú que
adoctrinada por su familia y entorno decidió ayunar durante 68 días para llevar
la prosperidad al negocio familiar. Cuando la ignorante y fervorosa familia
creyó que los dioses estaban satisfechos organizaron una fiesta para conmemorar
los buenos tiempos por llegar.
Pero hete aquí que los siempre insatisfechos
dioses decidieron quedarse con la ofrenda al completo. Así que la niña acabó muriendo por paro cardiaco e insuficiencia renal producidos por el largo ayuno.
Así que ahora la dicha
de la familia seguro que será completa, puesto que su hija se ha reunido con esos
siempre tan adorados (aunque también más que coléricos) dioses. Y es que ya se
sabe que los designios de la divinidad son siempre incognoscibles.
Los caminos de Dios son inescrutables...
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