El caso del recientemente despedido profesor de religión católica por su homosexualidad muestra en toda su extensión la increíble
capacidad de adoctrinamiento y de lavado de cerebro que tiene la religión en
general y la iglesia católica en particular.
Porque ¿qué interés puede tener un individuo insultado,
denigrado y hasta perseguido por siglos de intolerancia y fanatismo cristiano
en expandir esos antidemocráticos y criminales comportamientos entre la
siguiente generación de niños? Esto es algo parecido a un negro miembro del KKK
o un judío perteneciente al partido nazi.
Por ello lo vergonzoso de este caso no es despido
(totalmente justificado, puesto que es un sinsentido que un musulmán o un ateo
enseñen el catecismo degradante católico) sino que este señor homosexual siga
ayudando y apoyando a los mismos que le insultan y le persiguen y encima a
costa de pervertir la mente de unos pobres niños.
Sabemos que el poder corrompe. Y una forma de corrupción reconocida es la de que alguien prohíbe una acción para otras personas, permitiéndose a sí mismo la posibilidad de actuar de forma contraria a la ley proferida. Tipo “haz lo que digo y no lo que hago”. Sabemos de longa data que el homosexualismo hace parte de la religión cristiana, comenzando por el “libro sagrado” con varios ejemplos, amén de ejemplos de odio mórbido al sexo femenino y un elevada deificación del sexo masculino. ¿Por qué entonces los cristianos (judíos y musulmanes) tienen tantos problemas para aceptar el homosexualismo, si sus bases religiosas (como por ejemplo David) tienen como punto de partida el “amor” al hombre macho y la misoginia?.
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