Es irónicamente paradójico que las grandes aglomeraciones religiosas en donde miles, cientos de miles o incluso millones de enfervorecidos fieles se reúnen para solicitar a su respectiva deidad salud y milagrosas curaciones sean en realidad la más eficiente y rápida forma de acabar contrayendo una enfermedad contagiosa.
Porque no hay nada más irresponsablemente antihigiénico que hacinarse en el lugar de peregrinación, sin agua potable, sin tratamiento de residuos fecales, sin poderse lavar o cocinar adecuadamente y compartiendo todo con otros miles de enfermos o toquetear y besuquear esas infames reliquias sagradas manoseadas por millones de desesperados durante décadas o siglos.
Así un reciente estudio realizado por investigadores indios y británicos ha encontrado que en las por otra parte prístinas aguas del nacimiento del sagrado río Ganges, allá por remotos lugares de la cordillera del Himalaya se encuentran infinidad de bacterias altamente patogénicas resistentes a los más diversos antibióticos, resultado del paso de millones de devotos peregrinos hindúes que orinan, defecan y malviven hacinados en improvisados campamentos pidiendo salud al prolífico panteón hindú mientras por otra parte intercambian todo tipo de enfermedades.
Así un reciente estudio realizado por investigadores indios y británicos ha encontrado que en las por otra parte prístinas aguas del nacimiento del sagrado río Ganges, allá por remotos lugares de la cordillera del Himalaya se encuentran infinidad de bacterias altamente patogénicas resistentes a los más diversos antibióticos, resultado del paso de millones de devotos peregrinos hindúes que orinan, defecan y malviven hacinados en improvisados campamentos pidiendo salud al prolífico panteón hindú mientras por otra parte intercambian todo tipo de enfermedades.
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