Existen multitud de investigaciones en donde se ha estudiado
el famoso efecto placebo, es decir las capacidades de autosugestión curativa o enmascaradora de los
síntomas de una enfermedad. Como se resume en el siguiente video se sabe de
hace tiempo que esta sugestión va a asociada a las expectativas (o más bien a
las creencias) de curación del sujeto paciente.
Así tomar dos pastillas en lugar de una, o una pastilla más
grande, más llamativa o que nos dicen que cuesta más dinero que otra aumenta el
efecto placebo de la primera. También la idea de "eficacia" del
envoltorio es relevante a la hora de potenciar este efecto sugestivo. Así la pastilla
funciona peor que la cápsula, que a su vez es inferior en efectos a una
inyección, y todas ellas son superadas por un supuesto tratamiento en una
máquina que cuanto mayor sea su espectacularidad tenderá a crear mayor efecto
placebo. Por supuesto este conocimiento es amplia y eficazmente utilizado por
todos aquellos sanadores, curanderos, magos, terapeutas naturales y demás
embaucadores para conseguir generar la máxima teatralización del supuesto
tratamiento curativo para obtener el mayor efecto placebo posible.
Pero para que surgiera el efecto placebo parecía que se
tenía que dar la consabida (pero no por ello menos eficaz) mezcla de fe del
paciente hacia el supuesto remedio y una cierta puesta en escena más o menos
elaborada por parte del sanador. En resumen, ignorancia crédula en el supuesto
tratamiento junto con el deseo de ser curado por parte del enfermo y todo ello
unido el engaño del timador-curandero, es decir el efecto placebo necesitaba de
ignorancia intencionada. Pues bien, acabo de leer un
sorprendente artículo publicado hace un par de años por investigadores de Harvard
en el que se demuestra que ni siquiera es necesario engañar al paciente para
que aparezca el efecto placebo. En este estudio, a un grupo de pacientes se
les indicó que tenían que tomar dos
pastillas al día. Pero también se les explicó adecuadamente que esas pastillas
eran inertes, que únicamente contenían azúcar aunque diversos estudios habían
demostrado que ello mejoraban los síntomas de su enfermedad por autosugestión.
Es decir a los pacientes se les contó toda la verdad sobre el efecto placebo y
sus causas. Tal es así que en el frasco de las pastillas se leía claramente la
palabra "Placebo". Y para asegurarse de su compresión, a los
pacientes se les preguntó específicamente sobre la naturaleza de las pastillas
y todos ellos dijeron que sabían que las pastillas no curaban. Pues aun con
todo ello los pacientes que tomaron las pastillas que no curaban nada,
indicaron mejorías en su enfermedad frente al grupo control que no tomo ninguna
de estas pastillas de mentira. No solo eso, también algunos de los pacientes
que tomaban el placebo indicaron efectos secundarios negativos como problemas
respiratorios o dolor que ellos asociaron al "tratamiento" aun cuando
sabían que esas pastillas eran menos efectivas que los caramelos de menta. Increíble
a más no poder.
Los investigadores indican en su trabajo que el efecto placebo
se estaría desarrollando por el propio ritual de tomarse las pastillas cada día
a una hora determinada y que ello podría abrir las puertas al uso terapéutico
controlado del efecto placebo ya que si no hay engaño, la administración de
estas pastillas de azúcar sería éticamente admisible y positiva para pacientes
con enfermedades sin curación posible o de fuerte contenido psicosomático. Y
así por ejemplo, los médicos podría dejar de administrar antibióticos en caso de
infecciones respiratorias de origen viral, que aunque se sabe que no curan los procesos gripales, actúan
como placebo tranquilizando a los pacientes. Y todo ello redundaría es un
ahorro del gasto farmacéutico sin menoscabo de la ética médica.
Estos ensayos sobre los placebos parecen corroborar que las creencias están por encima de lo que es razonable y de la realidad. Tras esta confirmación se comprende mejor el triunfo de la fe religiosa en el mundo por encima de la Razón y la experiencia. No importa que Dios sea una creación humana y lo mas parecido a un placebo, lo que importa es la necesidad de creer, de engañarnos para no enfrentarnos a la verdad de nuestra orfandad y vulnerabilidad. Así nos luce el pelo y todo lo demás.
ResponderEliminarLisistrata
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo. Además hay un estudio de investigadores alemanes que comenté en la siguiente entrada
http://diario-de-un-ateo.blogspot.com.es/2012/03/espiritualidad-y-efecto-placebo-las-dos.html
que indica que la espiritualidad y el efecto placebo pueden ser desencadenados por redes de actividad neuronal del cerebro muy similares o casi idénticas.
El problema con la superstición es que parece estar profundamente arraigada en nuestros mecanismos cerebrales más básicos y que su aparición implicó muy probablemente una gran ventaja evolutiva en nuestro ancestral pasado de bandas de homínidos cazadores-recolectores de las sabanas africanas. En esos pequeños grupos errantes iniciales en donde toda la Naturaleza era incompresible, y como nuestro cerebro parece haber evolucionado para hacerse preguntas y sobre todo obtener respuestas, el antropomorfizar los fenómenos naturales en forma de entes inteligentes (hadas, duendes, dioses, etc) implicaba un posibilidad de manipular o de negociar con la despiadada naturaleza mediante rituales sagrados que permitía reducir el nivel de ansiedad y estrés de los individuos en su terrible y agotadora lucha diaria por la supervivencia. Y estos rituales cohesionaban a cada banda a la vez que la diferenciaban con respecto a otros grupos que habrían inventado explicaciones mágicas diferentes. Y todo ello probablemente sembró la semilla inicial del concepto de “nación” con todas sus posteriores implicaciones.
Estoy plenamente de acuerdo con estas consideraciones. Me queda una pregunta ¿cuanto hay de efecto placebo en la medicina alopàtica? ¿Cuanto mejora un enfermo por solo visitar al médico en quien confía? ¿Estamos siempre confiados en que el tratamiento indicado es el adecuado?. Yo tengo mis dudas y reconozco ser un mal paciente, digno cliente del famoso Dr. House. Doy un ejemplo personal, hace unos años (tengo 70) fuí diagnosticado y medicado fuertemente como hipertenso. Bajé un poco de peso, disminuí el consumo de sal y nada más. Como los sucesivos controles de la tensión me fueron dando valores aceptables comencé a disminuir las dosis de los medicamentos hasta anularlos por completo. Hoy en día tengo la tensión de los 20 años, sigo gordo, como y bebo todo lo que se me da la gana. ¿Era un hipertenso crónico realmente, o estaba pasando por una situación que me tenía nervioso y preocupado? A menudo consulto al médico y si no me diagnostica nada serio ni siquiera compro los medicamentos que me indica.
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