Allá por mediados del ya lejano siglo XVII un brillante, pero casi desconocido médico llamado Thomas Willis
sentó las bases conceptuales de la neurología. Y este casi
desapercibido momento inició la lenta, pero inexorable, caída de ese
absurdo concepto filosófico-teológico del alma que tan errónea como
trágicamente ha dirigido los destinos de esta más que egocéntrica, ignorante y más que supersticiosa especie de monos bípedos durante desgraciadamente demasiados milenios.



No hay comentarios:
Publicar un comentario