El principal problema con la religión es que genera una malévola
inversión moral. Acosar, insultar, perseguir, robar, violar, torturar o matar
son evidentes delitos para cualquier persona con un mínimo de decencia y son
perseguidos por la policía y juzgados en los tribunales de todos los países.
Ahora bien, si todos estos crímenes se realizan en nombre de la religión entonces no solo suelen quedar impunes sino que sus perpetradores son ensalzados como santos, como mártires, como ejemplos a seguir de una infame y horrenda “moral” desviada que contamina con su hedionda superstición.
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