El primero de ellos acaeció en 1860, varios meses después de la publicación del libro El origen de las especies de Charles Darwin. Y aunque en él participaron diferentes eminentes científicos, religiosos y filósofos británicos fue la famosa discusión entre el científico Thomas Henry Huxley y el obispo Samuel Wilberforce la que ha pasado a la Historia. 150 años después se reeditó el debate con la presencia del reputado zoólogo y evolucionista Richard Dawkins frente al arzobispo de Canterbury.
Si se comparan ambos debates lo más llamativo y esclarecedor fue que mientras los argumentos científicos de Dawkins han sido infinitamente más contundentes que los expuestos por Huxley (algo obvio por los increíbles avances científicos que se han desarrollado en el último siglo y que nos permiten un cada vez mayor conocimiento del universo, la naturaleza y la evolución) las posturas de los dos religiosos anglicanos se han mantenido iguales sólo cuanto al supuesto origen divino del universo inicial.
En cambio el obispo anglicano, en consonancia con el catolicismo oficial, tuvo que recular (humillantemente diría yo) con respecto al tema de la evolución biológica. Después de 150 años, al final este tipo de religiosos menos fanáticos han tenido que admitir que el ser humano ha evolucionado desde ancestros simiescos, aunque todavía se aferren a que su dios ha insuflado el alma al hombre. En lo que no se ponen de acuerdo los jerarcas cristianos de ambos lados del Canal de la Mancha es en qué momento de la evolución de los homínidos ocurrió esta intervención divina ¿Fue al H. habilis, al H. erectus, a los diversos australopitecos, al neandertal o sólo al H. sapiens al que insufló el dios judeocristiano el alma inmortal? Esperemos noticias de las altas instancias papales.
Sin embargo, lo que sí que quedó claro después de este segundo debate fue que la teología cristiana (al menos la europea, ya que EEUU es otro cantar) va aceptando lenta (aunque también a regañadientes), pero inexorablemente las evidencias científicas y en la actualidad únicamente mantiene cual última trinchera del papel de dios el “explicar” aquello que todavía la ciencia actual no alcanza a esclarecer de forma satisfactoria.
Esta estrategia desesperada de retroceso continuo ha sido bautizada en inglés como “God of the gaps” que traducido libremente viene a ser algo así como el “Dios de los huecos”. Así cuando la Ciencia explica un nuevo fenómeno, el papel de este dios más que ignorante se reduce un poco más.
Y vista la progresión de la ciencia en este siglo y medio último fácil es adivinar el papel futuro de este dios de los huecos cristiano ¡la nada más absoluta y la impotencia más total! Lástima no estar vivo dentro de 150 años cuando se produzca un nuevo debate entre el arzobispo inglés de turno y un biólogo experto de finales del siglo XXII. Para echarse a reír.
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