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No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.


PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.

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30 de junio de 2025

La religión fue nuestro primer, y por tanto nuestro peor intento de comprender a la Naturaleza

Los humanos somos primates que necesitan desesperadamente buscar patrones, encontrar una solución aun cuando en realidad no haya nada detrás. Y esto es así ya que la selección natural nos ha ido moldeando a lo largo del tiempo en esa constante y desesperada búsqueda. Y esa cualidad que nos ha llevado a la Luna y a desentrañar muchos de los misterios de la naturaleza es la misma que nos llevó a inventar la superstición en todas sus variantes.

Somos unos monos dotados de un gran cerebro y muy poca paciencia, así que cuando nuestros lejanos antepasados observaban algo, querían encontrar una respuesta inmediata. Y así, lejos de esperar los años o incluso los siglos o milenios de estudio necesarios para desentrañar científicamente la cuestión “encontraron” una forma rápida de responder a todas las preguntas.

¿Ocurre un terremoto, una inundación o una erupción volcánica? Será que hemos enfadado a los dioses de la Tierra. ¿La mitad de la tribu muere de una enfermedad terrible? Es evidente que somos el objeto de la ira divina.

Y por supuesto, si nuestras desgracias eran debidas a la vengativa acción de una deidades celosas y coléricas bien haríamos en intentar aplacarlas con rezos, ritos y por supuesto sacrificios animales y si es necesario hasta tirando al volcán a nuestros primogénitos o a nuestras vírgenes.

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