Somos unos monos dotados de un gran cerebro y muy poca paciencia, así que cuando nuestros lejanos antepasados observaban algo, querían encontrar una respuesta inmediata. Y así, lejos de esperar los años o incluso los siglos o milenios de estudio necesarios para desentrañar científicamente la cuestión “encontraron” una forma rápida de responder a todas las preguntas.
¿Ocurre un terremoto, una inundación o una erupción volcánica? Será que hemos enfadado a los dioses de la Tierra. ¿La mitad de la tribu muere de una enfermedad terrible? Es evidente que somos el objeto de la ira divina.
Y por supuesto, si nuestras desgracias eran debidas a la vengativa acción de una deidades celosas y coléricas bien haríamos en intentar aplacarlas con rezos, ritos y por supuesto sacrificios animales y si es necesario hasta tirando al volcán a nuestros primogénitos o a nuestras vírgenes.
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