El hecho de que cada creencia y cada religión, cada una de
ellas con su particular única e indemostrable verdad se asiente en un
territorio o un país determinado es muestra inequívoca (al menos para
cualquiera que no esté absolutamente idiotizado por el destructivo y contagioso
virus de la fe) que ninguna de ellas es real, sino la simple consecuencia de la
desaforada inventiva de unos pobres primates que por simples azares evolutivos
fueron dotados de un magnífico cerebro especialmente afinado para encontrar patrones
(aunque en realidad no existan) para sobrevivir en una cruel y letal naturaleza.
Pero he aquí que en pleno siglo XXI, cuando por primera vez en nuestra supersticiosa historia tenemos las herramientas científicas para descubrir y comprender este confuso mundo y nuestro sencillo lugar en su inextricable complejidad, que la inmensa mayoría de unos ignorantes monos (que de sapiens tiene poco y menos) siguen estúpida y peligrosamente anclados en los delirios de insensatos profetas analfabetos. ¡Y así nos luce el pelo!
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