Sin embargo, en estos últimos siglos la Ciencia ha ido explicando sin necesidad alguna de acudir al inexistente mundo supernatural, infinidad de hechos como las enfermedades, el rayo y el trueno, los desastres naturales y por supuesto también cómo ha ido desarrollando parsimoniosamente la casi infinita variedad de seres vivos que pueblan nuestro pequeño planeta, fenómenos cuya explicación hasta entonces pertenecía a la absurda voluntad divina.
Es por este increíble desarrollo del conocimiento que los creyentes más dotados y con un mínimo de rigor intelectual han ido asumiendo (a regañadientes) los avances de la Ciencia y han tenido que (muy a su pesar) exiliar a las divinidades a ese no espacio y no tiempo anterior al Big Bang, porque todo lo demás tiene una explicación naturalista muy lejana a la que han pregonado durante siglos esos profetas analfabetos y más que dementes que han dirigido (con tan poco tino, como máximo desacierto y dolor) los destinos de la Humanidad ¡y así nos ha ido!
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