En el tema de la religión solo existe un verdadera certeza:
nadie sabe cuál es la voluntad de las conjeturadas divinidades. Y aquellos profetas,
monjes, rabinos, sacerdotes, ulemas y demás supuestos mediadores de lo divino
que así lo afirman o bien son unos mentirosos redomados o peor aún, unos
dementes dignos de estar siendo tratados urgentemente por la moderna
psiquiatría.
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