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PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.

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9 de febrero de 2025

Esos mandatos divinos tan importantes para la ciudadanía del siglo XXI

Aunque los creyentes se consideran humildes y sencillos la cruda realidad es que son los seres más prepotentes y ególatras que puedan existir: porque ellos (y solo ellos) saben que existe una entidad omnisciente, atemporal y todopoderosa que se comunica solamente con ellos por supuesto, ya que son los únicos seres privilegiados capaces de recibir una información vital para poder desenvolverse en este mundo hipertecnológico del siglo XXI.

Y estas “enseñanzas” tan “relevantes” para un ciudadano moderno son saber el tipo de sombrero o pañuelo que hay que portar, la longitud de las faldas y la de las barbas que deben llevar las mujeres y hombres respectivamente, si hay que comer cerdo, pescado o vaca y en qué fechas porque no todas valen, cuantas veces hay que rezar al día y en qué dirección, que trozo del pene de tu hijo o del clítoris de tu hija debes cercenar con un cuchillo viejo, oxidado y lleno de esos microbios tan inteligentemente diseñados, cuantas veces y en qué posiciones puede fornicar una pareja (siempre y cuando sean de sexos contrarios y hayan sido bendecidos por el sotanado de turno, por supuesto) y el resto de absurdas, estúpidas, delirantes, peligrosas y hasta criminales órdenes que el predicador de turno afirma que son del gusto o que por el contrario desagradan profundamente a unas siempre esquivas divinidades que nadie en su sano juicio ha podido confirmar que existan fuera de los delirios de profetas dementes o de la malicia de parásitos sotanados.

 

Pero eso sí, sigamos rindiendo el debido respeto y hasta admiración a estos semideficientes mentales.

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