Y estas “enseñanzas” tan “relevantes” para un ciudadano moderno son saber el tipo de sombrero o pañuelo que hay que portar, la longitud de las faldas y la de las barbas que deben llevar las mujeres y hombres respectivamente, si hay que comer cerdo, pescado o vaca y en qué fechas porque no todas valen, cuantas veces hay que rezar al día y en qué dirección, que trozo del pene de tu hijo o del clítoris de tu hija debes cercenar con un cuchillo viejo, oxidado y lleno de esos microbios tan inteligentemente diseñados, cuantas veces y en qué posiciones puede fornicar una pareja (siempre y cuando sean de sexos contrarios y hayan sido bendecidos por el sotanado de turno, por supuesto) y el resto de absurdas, estúpidas, delirantes, peligrosas y hasta criminales órdenes que el predicador de turno afirma que son del gusto o que por el contrario desagradan profundamente a unas siempre esquivas divinidades que nadie en su sano juicio ha podido confirmar que existan fuera de los delirios de profetas dementes o de la malicia de parásitos sotanados.
Pero eso sí, sigamos rindiendo el debido respeto y hasta admiración a estos semideficientes mentales.
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