El viejo proverbio ruso que da título a esta entrada resume una evidente
sabiduría: cualquier
tipo de dialogo o razonamiento con los fanáticos, ignorantes e incultos de creyentes o negacionistas varios son esfuerzos totalmente baldíos, en los que el interfecto
iletrado no aprende nada, mientras que por el contrario los hechos, los datos, la argumentación racional
y el pensamiento crítico (facetas que son consideradas la cúspide
de la Humanidad) solo sirven para enfadar al ignorante y para que estos pobres
infectados con el virus de la fe o de la estulticia se sientan ofendidos, perseguidos e insultados
en su más que evidente debilidad mental.
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