La Iglesia Católica y los biempensantes de la derecha
afirman sin pudor que España está llena de católicos, aunque eso sí muy, que
muy particulares.
Porque es casi de broma decir que la mayoría de los
españoles son católicos porque fueron bautizados y se casaron por la iglesia,
cuyos templos no pisan más que en fechas señaladas como bodas y bautizos (y eso
que la mayoría a los cinco minutos acaba en el bar de la esquina), indiviudos
que por suerte para todos hacen menos caso al Papa y a las obligaciones de un
verdadero católico que a lo que dice un lama tibetano.
Y si entramos en el terreno económico, la cosa roza el
esperpento. En un país en donde “pagar” impuestos religiosos sale gratis total,
puesto que marcar la famosa casilla de la iglesia en el IRPF no cuesta nada,
cada vez menos “católicos” siguen ese rito inútil. Es más, tal
y como se acaba de publicar, cuando los creyentes tienen que rascarse el
bolsillo de verdad, dejando dinero en el cepillo de la iglesia, en realidad
dejan casi calderilla, puesto que al final sólo un tercio de los ingresos de
las diócesis católicas españolas es resultado de las aportaciones voluntarias
de los fieles. En resumen, católicos de boquilla y más rácanos que el Avaro
de Moliere.
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