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21 de febrero de 2014

Megalomanía católica en la depauperada África

Siglos de lavado de cerebro nos han acostumbrado a ver como normal e incluso como deseable y venerable esa ofensiva ostentación católica de faraónicas catedrales atiborradas de riquezas dignas de los cuentos de las Mil y una noches, habitadas por sotanados cubiertos de sedas y oropeles, portando grandes cruces de oro macizo y rezándole hipócritamente a relicarios y retablos de un valor incalculable, en un espectáculo lamentable mezcla de gore y kirsch que parece salido de una mala película de serie Z mientras por otra parte, desvergonzadamente predican humildad, sencillez y pobreza.


Pero es cuando miramos al tercer mundo más subdesarrollado, a esa África negra depauperada en donde cientos de millones de persones malviven en condiciones inhumanas y mueren en la más absoluta de las miserias, cuando más criminalmente se desvela esa enfermiza obsesión por el lujo ofensivo y el derroche más descarado que tiene la siempre pobre y humilde santa madre iglesia.

Y el ejemplo más evidente es la megalómana construcción de la mayor catedral católica del mundo (mayor que el Vaticano) y capaz de albergar a decenas de miles de idiotizados a la vez que hambrientos seguidores del humilde nazareno. Dicha locura fue realizada en los años 80 del siglo pasado costando la friolera de unos vergonzosos y astronómicos 300 millones de euros de la época en Costa de Marfil, mísero país que ocupa el puesto número 135 de 182 países en cuanto a renta per cápita y que tiene un gasto sanitario total anual de tan sólo 1.200 millones de euros para sus casi 20 millones de habitantes (unos 66 irrisorios euros por habitante y año).

Es decir,  en un país asolado permanentemente por brotes de fiebre amarilla y cólera entre otras enfermedades contagiosas y en donde más del 9% de la población está infectada por el virus del SIDA se gastaron el equivalente a un cuarto de su presupuesto sanitario anual para construirle una morada digna al bondadoso y magnánimo Dios católico, aunque parece ser que este descomunal esfuerzo de sus habitantes no fue del agrado de la siempre voluble e irascible zarza ardiente puesto que Costa de Marfil sigue hundiéndose cada vez más profundamente en el pozo de la miseria más absoluta.

Y es que encima, como los católicos son minoría en esta asolada nación olvidada por todos los dioses celestiales habidos y por haber, esta desproporcionada construcción de 38.000 metros cuadrados inaugurada por el papa Juan Pablo II en medio de la selva africana y cuyo coste de mantenimiento es superior al millón y medio de euros anuales, se encuentra prácticamente vacía con tan solo un par de cientos de perdidos feligreses escuchando misa mayor de domingo entre las ciclópeas columnas construidas con el mejor y más caro mármol de la cristiandad.

Les dejo con algunas fotografías de este monumento a la más absurda demencia religiosa.





1 comentario:

  1. La última foto me recuerda la absurda arquitectura del absurdo movimiento Zeitgeist, ese que sueña con una tecnocracia utópica y demás pendejadas.

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