Recientemente se ha estrenado con gran polémica en la BBC el documental “Choosing to die” traducido al castellano por “Eligiendo morir” del escritor británico Terry Pratchett. El famoso escritor por padecer la enfermedad de Alzheimer es un firme defensor del suicidio asistido. En dicho documental se narra la toma de decisión y el proceso que llevó a un millonario británico con una enfermedad terminal incurable, a viajar a una clínica suiza especializada en asistencia a pacientes que desean terminar su vida de una forma digna e indolora y no con un lento y agónico sufrimiento. Cualquier persona que haya tenido la desgracia de tener un familiar cercano asolado por un cáncer terminal, en el que el paciente sufre espantosos dolores, los cuales en su fase final no son calmados ni por dosis masivas de tranquilizantes sabrá que esas últimas semanas o meses no son más que un calvario inimaginable de sufrimiento y horror. Por tanto, si un adulto en plena posesión de sus facultades mentales se siente incapaz de sobrellevar dicho espantoso final, no debería haber nadie que le impidiera dar por finalizada su vida de una forma tranquila, segura, eficaz y digna. Y eso es lo que hacen clínicas como la que ayudó a morir a este británico. Por supuesto él pudo pagar dicho tratamiento final. El resto de los mortales, sean británicos o no, no podemos acceder a este tipo de servicios porque los dogmáticos de siempre, encabezados por los jerarcas cristianos recibiendo instrucciones directas de su insaciable dios, presionan a la sociedad y a la clase política para que no se regule adecuadamente su inclusión en la seguridad social como un tratamiento médico fundamental. Porque tan importante como recibir asistencia médica para sanar, cuando la medicina no tiene tratamiento alguno y solo queda un horizonte de dolor inconmensurable, una muerte digna e indolora es lo más compasivo que se puede hacer por el enfermo terminal que libremente lo solicite. Por supuesto nadie estaría capacitado para ordenar o administrar sin el consentimiento expreso e informado del paciente dicho tratamiento final, y la ley debería ser rigurosa en dicho extremo. Pero lo que tampoco es de recibo es que por las creencias particulares de unos iluminados, que creen en una verdad absoluta totalmente subjetiva, se impida lo que quizás sea el último acto racional de libertad de un ser humano que consiste en escapar de una muerte horrible. Si ellos quieren alargar su agonía atrozmente en el altar de su dios siempre ávido de sangre, nadie les obliga a no terminar sus días como si de una tragedia griega se tratara, pero que dejen que los demás podamos elegir libremente como terminar en paz los nuestros.
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No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.
PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.
Totalmente de acuerdo. Lo hago extensivo a los enfermos de Alzheimer<, tras tener a mis dos padres afectados de esta enfermedad, he hecho testamento vital en el que pido la eutanasia
ResponderEliminarpara que mis hijos no tengan que padecer esta agonia. Me parece una cuestion de ética cosa que la religión católica no conoce.
Qué grande Luisa, mis felicitaciones por tu valentía. Espero que algún día este derecho sea una realidad, aunque dudo mucho que eso suceda dentro de nuestras fronteras en las próximas generaciones, no creo que la Iglesia esté dispuesta a dar su brazo a torcer.
ResponderEliminarEl mundo cambia, mirá los avances, no sólo científicos, sino también socio-culturales de estos últimos tiempos y verás grandes cambios en la forma de pensar del ser humano general. Por ejemplo, la homosexualidad. La iglesia demoniza a los homosexuales y así era en todo el mundo hasta hace unas décadas. En tal punto hemos cambiado que ahora un homosexual puede vivir tranquilamente sin molestias. El ser humano evoluciona, no se queda estancado. Tené fe... Oh, the irony.
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