Al contrario de lo que mentirosamente predican todas las
religiones, las creencias son un tóxico foco de intolerancia y de odio hacia
todos aquellos que no se postran adecuadamente ante el altar adecuado, hacia
esos que comen carne de cerdo o de vaca según prohíbe un mohoso libro, hacia los
que fornican de la manera vedada por profetas dementes, hacia esos otros
impíos que no van al templo el viernes, el sábado o el domingo según dictó
sabia pero contradictoriamente en su momento el único dios verdadero.
Porque de eso trata en realidad la religión: predicar falsamente amor y repartir verdadero odio con el diferente.
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