Los cristianos asumen (en su casi infinita estulticia) que
un nazareno demente de hace dos milenios está más allá del espacio y del tiempo
totalmente preocupado por sus egoístas deseos y sus patéticas súplicas.
Pero como muy ácidamente recuerda Jim Jefferies un ser capaz de enviarte al
Infierno por toda la eternidad por no haberte echado un poco de agua en la
cabeza no es para nada benevolente, sino el peor psicópata que uno pueda
imaginar.
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